Saludo Global. El escenario actual y perspectivas a futuro

60 indígenas, las llamadas encomiendas, a los conquistadores y aventureros pro- venientes del viejo mundo. Así, inmensas riquezas agrícolas y también terre- nos que contenían minerales preciosos como el oro y la plata, particularmente abundantes en México (Virreinato de Nueva España) y en Perú (Virreinato del Perú), se acumularon en pocas manos lo que contribuyó a generar marcadas desigualdades económicas en los territorios de América (Solimano, 2021b). Parte importante del oro y la plata se transfería a la corona española, hacia la familia de los Habsburgo y después los Borbones 16 . La colonia generó una rígida escala social formada (en la cúspide) por peninsulares , que eran blancos nacidos en España, acompañada de una clase di- rigente local dependiente de la Corona, los llamados criollos o“aristocracia crio- lla”. Había también un estrato medio conformado por comerciantes, artesanos y funcionarios públicos, y una base de población pobre y popular conformada por peones, indígenas, mulatos, esclavos negros y zambos. La desigualdad eco- nómica interna no cambió mucho con las guerras de independencia de las pri- meras décadas del siglo XIX y la formación de las repúblicas latinoamericanas y del Caribe, aunque se reemplazaron las elites ibéricas dominantes por elites criollas. La propiedad de la tierra se basó en grandes de extensiones de tierra (latifundio), modalidad que había sustituido las encomiendas tras las reformas borbónicas. Las clases dirigentes de las nuevas repúblicas estaban constituidas por terratenientes, mercaderes y financistas e industrialistas (locales y extran- jeros) que crecieron al alero de una incipiente industria nacional. Los booms de precios de productos primarios beneficiaban, principalmente, a las elites de la minería, el comercio y el campo en relación con los peones, campesinos y tra- bajadores manuales. Las muy limitadas democracias del siglo XIX en América Latina per- mitieron que la independencia política de España fuera conducida por estas nuevas elites propietarias y locales, sin serios desafíos por parte de sectores excluidos. Sokoloff y Engarman muestran que entre 1840 y 1900 los porcentajes de personas que votaban en elecciones —el voto no era secreto— no excedía, en el mejor de los casos, el 5 por ciento de la población (Sokoloff & Engerman, 2000); además, solo votaban los que poseían tierra y eran alfabetos, es decir los sectores más acomodados de la población 17 . Los servicios de salud a la población de menores recursos se proveían por entidades religiosas y sociedades de socorro mutuo. Los índices de mortali- dad infantil eran altos y la esperanza de vida no superaba los 40 años. 16 El sistema económico evitaba la competencia externa, solo se podía comerciar con la metrópo- lis española, lo que contribuía a mantener las rentas de las elites, solidificando las desigualda- des económicas existentes. 17 Hacia 1940, este porcentaje se eleva a 15-20 por ciento de la población habilitada para votar en Argentina, Uruguay y Costa Rica. En contraste, los porcentajes de participación en votaciones, para años similares, en Canadá y Estados Unidos se acercaban al 40 por ciento.

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