Salud Global. Los riesgos para Chile y América Latina

SALUD GLOBAL – LOS RIESGOS PARA CHILE Y AMERICA LATINA 75 de vesícula en nuestro país, no puede más que sugerir una extrapolación de la desigualdad en la distribución del ingreso, la mala calidad de la educación de las clases más vulnerables y un acceso precario e inoportuno a la resolución de las necesidades en salud, resultando en una mayor incidencia de enfermedades crónicas, mala calidad de vida y muerte. Por otro lado, no puede ignorarse el lugar de residencia cómo un factor de riesgo independiente, considerándose el medio ambiente urbano cómo un entorno cada vez más precarizado y destructivo. Vimos cómo la calidad de la salud de las personas está determinada por factores socio-económicos y culturales, a saber, distribución del ingreso, tipo de educación recibida y años de escolaridad, acceso y oportunidad a la atención en salud, entre otros. Ahora es preciso analizar los factores que inciden en la presencia o en la ausencia de una determinada enfermedad, en este caso, el cáncer a la vesícula. Según diversos autores, “existe una correspondencia directa entre condiciones socio-económicas y enfermedades no asociables a un fenómeno natural, sino que histórico y por lo tanto, modificable” (Gobierno de Chile, 2008). En virtud de la raíz de las desigualdades sociales se ha planteado que muchas de las desigualdades e injusticias que aparecen en el proceso de desarrollo económico pueden ser interpretadas cómo “exclusiones de los derechos básicos, de las instituciones sociales de los mercados y de las oportunidades de ingresos, de representación y de participación” (Ruiz Tagle, 2000). En este sentido, cabe destacar que un aspecto importante de la realidad chilena es que las personas con menores recursos sienten que realmente tienen una peor salud, algo que no es preciso catalogar como mero “sentimentalismo”, pues la clase baja chilena sufre efectivamente las consecuencias de una peor salud. Un ejemplo que comprueba esto es lo revelado por la encuesta CASEN del año 2003, en dónde un 52,5% de las personas del quintil más pobre afirmaban tener buena salud versus un 77,7% de las personas del quintil más

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