El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?

437 Respondiendo a los desafíos de un entorno cambiante. Según la reiteración o la gravedad del incidente, las sanciones pueden llegar a la expulsión, medida que viene precedida de una serie de etapas en que se busca apoyar al alumno en diversos planos. Si bien algunos estudiantes entrevistados resienten la vigilan- cia constante a la que están expuestos, que describen como «carcelaria», la mayoría está de acuerdo con estas medidas: «Se cuida mucho la seguridad acá, sí. Por ejemplo, desde hace un tiempo, si se ven alumnos que no son del liceo afuera, se registran por las cámaras y llama a los carabineros para que los muevan. Y como acá también tenemos cerca una comisaría, no les queda nada llegar al tiro. [Este año ha sucedido] como dos veces. Es que ya no vienen. Porque ya la seguridad es buena, por así decirlo» (alumno de 4° medio). Como resultado, profesores y alumnos consideran al liceo como un lugar seguro; las agresiones han disminuido considerablemente y solo ocurren en forma ocasional; por ejemplo, en el contexto de algún partido de baby fútbol reñido, en el que se caldean los ánimos. Respecto a los profesores, el director combina un trabajo sistemático dirigido al mejoramiento del clima laboral con medidas de normalización basadas en un mayor control. Así, se descuentan sistemáticamente los atrasos y se crea presión social sobre los ausentistas, exhibiendo el listado de profesores inasistentes y el horario de cada uno, con los nombres de los colegas que deben reemplazarlos, lo cual resta tiempo a sus propias responsabilidades: «Los profesores tienen que estar con la disposición de ir a acompañar el aula y reemplazar a ese profesor que no viene. Pero un poco a conciencia, también, hemos abordado este tema desde la perspectiva de la exigencia ‘¿Qué hacemos con el alumno?’ Porque ¿qué moral tenemos [para exigirle asistencia] si fallamos por la nada, por ejemplo? (…) Antes había un mal hábito en el liceo. Faltaban, faltaban y ahora ya no. Porque saben que tienen que tener certificación médica. Ahora, hay permisos que se comprenden, también hay trámites que se comprenden, pero eso han sido capaces de organizarlo con el otro inspector, el subdirector, entonces, no hemos tenido impacto, en realidad, como en otros años» (inspectora). Quizás el cambio más importante es que el director se desmarca del trato duro y distante de su predecesor, mostrándose accesible y respetuoso: «El trato que nosotros, como jefatura, le damos a nuestros profesores, es distinto. Si yo les tengo que llamar la atención por algo que no está bien, por ejemplo, aquí existía la cultura de mandarse a cambiar [abandonando la] clase; se iban, tenían los horarios de trabajo acá y se iban. Y eso lo empezamos a ordenar, pero con un buen trato. Y la gente fue cambiando. Hoy día nadie se va del liceo. Entendieron que era un acto ilegal. La gente acostumbrada a salir a la esquina a fumar tampoco puede hacerlo, si es ilegal. Pero eso fue producto de con- versaciones, de conversaciones. Y así fuimos construyendo una cultura distinta. No significa que las cosas nos han ido 100%, no. Todavía nos falta mucho camino por recorrer».

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