El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?
Pamela Ugalde, Carlos Videla 400 voluntarismo en este trabajo, ya que, si bien tienen horas no lectivas asignadas a esas funciones, disponen de poco tiempo para reunirse, planificar y reflexionar. Además de estas instancias, el liceo lleva a cabo sus consejos de profesores práctica- mente todas las semanas, aun cuando en determinados períodos hay más flexibilidad, como, por ejemplo, cuando están armando sus portafolios para la evaluación docente. Al abordar temas específicos relacionados con alguna asignatura se generan acuerdos con los departamentos, se levantan propuestas y se define la manera de trabajar. Por ejemplo, en el caso del Simce, se trabaja coordinadamente con los departamentos de Matemática y Lenguaje, y se calendarizan fechas de ensayos. En prácticamente todas las acciones que se desarrollan se dan instancias participativas, ya sea de consulta o de definición de estrategias. En los casos de ausencia, el establecimiento sigue un protocolo claro: como los pro- fesores disponen de horas de colaboración, la inspectora y el jefe de UTP revisan cuál de los docentes tiene horas disponibles y le asignan el curso que ha quedado sin profesor. Para abordar los contenidos correspondientes, se cuenta con una base de datos que con- tiene material de las distintas asignaturas. Cuando falta más de un profesor, el espacio se cubre con los inspectores de patio, y en el caso de las especialidades, el docente del curso paralelo toma el curso completo. La implementación de estas medidas, conocidas y compartidas por todos, tiene como fin perder la menor cantidad de clases posibles. Políticas educativas y gestión pedagógica A la pregunta de qué política educativa ha facilitado la conducción pedagógica del establecimiento, los actores responden que varias lo han hecho. Sin embargo, son polí- ticas criticadas por otras directivas de la comuna, como lo han notado en las reuniones que sostienen con establecimientos del mismo sostenedor. Dentro de ellas, se destaca la elaboración colectiva del PME, cuya implementación ya cumple cuatro años: «El PME (…) instaló las evaluaciones que vienen desde el Ministerio de Educación para medir, ¿cierto? Instaló ciertos indicadores para ¿cierto?, comprensión lectora, resolución de problemas, e instaló pruebas que al principio fueron engorrosas, porque el sistema de me- dición es muy engorroso, sí, eso lo podrían simplificar. Pero finalmente lo que yo extraigo de eso, es que de alguna manera te hacen ordenarte, te establecen un camino a seguir, tú ya entiendes que esos son los indicadores que van a medir en el Simce, en la PSU, lo tienes claro, y yo no estoy, no soy contraria al Simce ¿ya?, porque pienso que finalmente el Simce si te mide a ti en relación a ti mismo, a tus procesos de avance, es una evaluación; y para mí las evaluaciones son buenas» (directora). Por otro lado, el liceo cuenta con recursos SEP desde hace cuatro años; sin em- bargo, su utilización no es tan fluida debido a la gestión del DAEM, la que se percibe como burocrática e ineficiente, y a la que se acusa de privilegiar las cuestiones adminis- trativas por sobre las de orden pedagógico. La falta de directrices pedagógicas desde el DAEM redunda en la ausencia de un interlocutor que aúne los esfuerzos de los distintos
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