El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?
386 Nicole Bustos, Xavier Vanni y sus distintas necesidades que va más allá de lo meramente cognitivo. A continuación se detallan los principales focos abordados a lo largo de la historia del liceo. Disciplina y convivencia: de lo normativo a lo formativo En los primeros años de vida del establecimiento, el abordaje de la convivencia y de la disciplina era realizado a discreción por cada docente, existiendo importantes diferencias de manejo que afectaban el desempeño general de los estudiantes. A inicios de la década de 2000 se definieron y aplicaron exigencias disciplinarias, las que dejaron fuera a algunos estudiantes con problemas severos. En segundo lugar, se comenzó a tra- bajar la normativa de convivencia, regulando la conducta, asistencia y puntualidad de los estudiantes y docentes, lo que propició un mejor uso de los tiempos destinados al trabajo pedagógico. Si bien esta etapa no estuvo exenta de dificultades, al cabo de unos años rindió frutos, y la normativa se convirtió en un conjunto de hábitos adquiridos por todos. Así, el liceo se hizo conocido entre los apoderados de la zona por su exigencia dis- ciplinaria. Un alumno recuerda: «yo estaba en otro liceo y ahí me cambié aquí. Entonces ya, llegué aquí y cuando saludó el profesor estaba sentado y dijo ‘buenos días’ y todos se paran así juuu! ‘Buenos días, profesor’ y dije ‘¡Uy! ¡¿Qué pasa aquí?!’. Dije ‘ah ya, aquí cambió algo’». A mediados de la década de 2000 comenzó a enriquecerse la mirada normativa de la disciplina que primaba hasta ese momento, con un enfoque más formativo. La disciplina dejó de ser un fin en sí mismo, poniéndose al servicio del aprendizaje de los estudiantes, lo que implicó un cambio en la manera de entender el sentido de las normas y, en con- secuencia, de las prácticas que las sostienen y refuerzan. Como describe un directivo, «si nosotros siguiéramos pensando en la disciplina como el elemento y el foco, estaríamos perdidos». En ese sentido, se evolucionó hacia una mirada comprensiva de la conducta, indagando sobre las causas del comportamiento individual de los estudiantes, y estable- ciendo con ellos un vínculo de confianza y un compromiso por superarse. Esto requirió que los docentes y directivos aprendieran a escuchar a los jóvenes, a validar sus inquietu- des y necesidades, y también a validarse como «autoridad moral» dentro del aula, mos- trando consistencia entre lo que decían y hacían, cumpliendo los acuerdos establecidos con los estudiantes y manteniendo un mensaje coherente como cuerpo docente. De esta forma, los alumnos perciben que pueden confiar en sus profesores, pero que deben responder a esa confianza con su esfuerzo personal por progresar. Se concluye del relato de los distintos actores que en los últimos años los enfoques normativo y formativo conviven, primando este último, mientras que el primero se hace visible a los estudiantes solo al incorporarse al liceo o en situaciones conductuales com- plejas. El director lo explica señalando que «con una mano se hace cariño, con la otra se disciplina. Si se usan las dos manos para hacer lo mismo, no sirve».
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