El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?

369 «creer para ver»: derribando sus propios límites Para avanzar en las metas propuestas había que elevar la autoestima y expectativas de los estudiantes o, dicho más consisamente, cambiar la cultura del liceo. La creencia instalada hasta ese momento en la comunidad de «ver para creer», fue reemplazada por «creer para ver». En línea con lo anterior, se necesitaban logros que reforzaran la confian- za de los estudiantes y docentes en su propio trabajo, lo que en un comienzo se buscó en los deportes. Tras los primeros logros en esta área, la dirección comenzó a favorecer otras, «porque cuando uno quiere dar una educación integral, tampoco todo es deporte, o todo es estudios, entonces ciencias, tomamos ciencias» (directivo). Es así como se comienza a organizar la gestión técnico-pedagógica de los docentes, lo que generó algo de oposición, dado que, como explica el director, «hay profesores que se resisten a eso o se acostumbran a su zona cómoda, son más negativos que positivos, y eso te empieza un poco a carcomer el sistema». Por esta razón, redujo el cuerpo docente, seleccionando a aquellos que mostraran compromiso con el nuevo espíritu del liceo y completando sus cargas horarias, ya que varios trabajaban en modalidad parcial. Con el tiempo, el alza de la matrícula permitió la contratación de más profesores, los que comienzan a organizar su trabajo en departamentos. Por último, ante eventuales dificultades en el manejo de la disciplina y la conviven- cia por parte de los docentes, se establecieron normas más claras y estrictas, reforzadas con el nombramiento de un inspector general en 2002, quien desde entonces forma parte del equipo directivo. Fortalecimiento del trabajo pedagógico desde mediados de 2000 Tanto los docentes como los directivos sostienen que las modificaciones realizadas hasta ese momento trajeron una etapa de estabilización y consolidación del equipo pro- fesional. Esto se vio reflejado en la obtención de la SNED ininterrumpidamente desde 2005, lo que motivó al equipo profesional a orientar su trabajo en torno a metas de aprendizaje, especialmente en la prueba SIMCE. Como explica una docente, «cuando alcanzamos la excelencia académica [nos dijimos] ‘¡uy, era posible!’, y después de eso entonces se empezaron a establecer metas: ‘si sacamos 250 puntos, el otro año tienen que ser, por último los mismos 250’, pero más, siempre más, más, más». Así, los depar- tamentos comienzan a trabajar intensa y colaborativamente, potenciando el aprendizaje de Matemática y Lenguaje. En 2008 el trabajo en torno a metas de aprendizaje fue favorecido por el cambio curricular emanado de la SNA, que privilegia las habilidades por sobre los contenidos. Se proyecta así una formación de impacto postsecundario en la que los estudiantes pue- den optar libremente por insertarse en el mundo laboral, emprender económicamente o seguir estudios en la educación superior, dejando de lado el paradigma de la «educación terminal». Como parte de este cambio, en 2010 un docente del liceo asume como en- cargado de los procesos de titulación para incentivar y acompañar a los jóvenes. Como resultado se produce un cambio paulatino en la mirada normativa hacia lo formativo

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