El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?

el valor de la comunidad 255 básica. Varios años después, en 1991, se separó definitivamente la educación media de su anterior plantel, donde también se impartía educación prebásica y básica. En 1993 la nueva institución adoptó el nombre de Liceo Hualañé. Así concluye el largo camino recorrido por esta pequeña comuna para contar con un establecimiento de educación secundaria, que permitiese a sus niños y jóvenes terminar la educación media y, en la medida posible, continuar estudios. En los casi 25 años de historia oficial, el Liceo Hualañé pasó de tener poco más de 250 alumnos a 521. Con un promedio de 31 estudiantes por curso y 37 docentes, es señalado con orgullo tanto por quienes hoy trabajan y estudian en él, como por aquellos que en el pasado ocuparon sus aulas y patios. Su infraestructura es la típica de un liceo de tamaño mediano, con problemas de espacio por el crecimiento de la matrícula luego de la implementación de la Jornada Escolar Completa (JEC). El Liceo Hualañé se encuentra íntimamente unido al tejido social de la ciudad, es un espacio donde se proyecta la vida social cotidiana de quienes la habitan 6 . Los entrevista- dos están de acuerdo en que las rejas del establecimiento no constituyen una frontera que separe dos experiencias sociales distintas, tal como lo señala una profesora: «Hualañé es chico, entonces volvemos a encontrarnos acá, volvemos a ver a los mismos chiquillos, a los hijos de los amigos, nos encontramos con ellos afuera, por lo tanto no es un lugar donde hagamos, por decirlo de alguna manera, una vida que es distinta a lo que hacemos cotidianamente afuera, sino que nos conocemos a todos y eso implica también una relación que es distinta a la que se podría tener probablemente en un colegio que esté en un lugar más grande, donde no se ven fuera del horario laboral o fuera del horario escolar». En esta continuidad con la comunidad que lo constituye y contiene, el liceo emerge como lugar de encuentro entre las distintas familias. Allí asisten todos los jóvenes, no sólo de la ciudad, sino de toda la comuna e incluso de comunas aledañas, atravesando di- versos estratos sociales y orientaciones religiosas. Así, comparten aula y juegos el hijo del trabajador temporero, del comerciante y del alcalde. Esto es altamente valorado por la población, que busca, generación tras generación, una experiencia escolar que los reúna. «Todos, todos, todos (estudian aquí). Aquí tú juntas toda la gente, no hay diferencias socia- les (…) el liceo es emblemático, el liceo es un referente de la comunidad, es un patrimonio de orgullo, digámoslo así, y tú hablas con gente ‘no, yo estudié en el liceo y yo quiero a mi liceo’» (jefe DAEM). 6 Cita estudio de Bellei, Poblete y Vega, 2012.

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