El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?

Educación pública de vanguardia para la justicia social en el mundo rural 249 económicos y culturales. Con esto queremos decir que sus logros no se limitan a «au- mentar la calidad», en el sentido usualmente discutido en la literatura académica en Chi- le, sino que a producir algo diferente, algo nuevo. Si bien en un comienzo, cuando sus indicadores de resultados básicos de aprendizaje académico eran notoriamente bajos y su capacidad de retención y promoción escolar eran deficientes, el foco en reforzamiento escolar, adquisición de aprendizajes fundamentales y formación para el trabajo, podría caracterizarse como de «mejoramiento», la comunidad evolucionó hacia niveles superio- res de innovación institucional, curricular y pedagógica, conformando una propuesta que destaca por su originalidad en el sistema educativo chileno. Como hemos mostrado, son muchos los aspectos notables del San Nicolás, pero quizás el que mejor los representa es el empeño por ofrecer oportunidades formativas diversas buscando que cada estudiante encuentre un lugar, para que desde ahí descubra sus intereses y potencie sus capacidades. Siguiendo este principio el liceo ha diversificado y complejizado exponencialmente su currículo, aplicando una pedagogía diferenciada y flexible para facilitar ese encuentro de cada estudiante con el aprendizaje y –por ese camino– consigo mismo. Esto ha sido posible por la combinación virtuosa de factores. Inicialmente, se trata del despliegue de un liderazgo directivo visionario que logra com- prometer a su comunidad con un proyecto de transformaciones que se van sucediendo en el tiempo y que va creciendo en ambición. Luego, este liderazgo se orienta central- mente a desarrollar capacidades profesionales docentes, de forma que la innovación, la responsabilidad por el trabajo bien hecho y el compromiso con el aprendizaje de todos los estudiantes, se alojan en los equipos de profesores organizados en torno a sus áreas disciplinarias. Finalmente, la comunidad escolar se nutre de un enorme capital social comunitario que compromete a autoridades, instituciones, familias y alumnos, dilu- yendo la frontera entre liceo y comunidad local, lo que facilita la búsqueda de apoyo político para nuevos proyectos de inversión y estimula la motivación de los asistentes de la educación. La justicia social expresada en una buena educación para cada niña, niño y joven es vivida como un compromiso comunitario. No es un proyecto empresarial en educación, tampoco la unidad anónima de una burocracia ajena; es un esfuerzo colec- tivo de los adultos por garantizar el derecho de sus hijos y de los hijos de sus vecinos al aprendizaje y al desarrollo. Ciertamente, este no es un proyecto acabado ni libre de problemas. A pesar de sus esfuerzos, persisten ciertas desigualdades internas entre alumnos, que atañen especial- mente a quienes eligen las especialidades TP, los que manifiestan un menor desempeño académico en general (e.g. en la PSU existe una brecha de alrededor de 80 puntos en Lenguaje y Matemática en contra de los alumnos TP, aunque éstos también han aumen- tado su participación y logro en ella) y tienen menos oportunidades de participar en las instancias de formación complementaria de libre elección. Algunas de estas desventajas se asocian con el hecho de tratarse de alumnos que ingresaron en 1° medio o que pro- vienen de otras comunas y que el liceo no logra equiparar. Otro aspecto problemático es el sentimiento de agobio y estrés que en algunos alumnos y docentes produce la intensa

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