El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?
Educación pública de vanguardia para la justicia social en el mundo rural 241 Las necesidades e intereses de estos son el eje rector de su gestión y no hay mejor forma de conocerlos que conversando con ellos en serio. Así lo confirman las apodera- das: «¿Sabía usted que el director cuando tiene que tomar grandes decisiones baja a los alumnos primero?». En efecto, las ideas y peticiones de los alumnos han dado origen a actividades, talleres, ajustes a la enseñanza, y hasta modificaciones importantes del currí- culo, como mantener la modalidad HC o crear la especialización en formación militar: «[el director] tiene la confianza de conversar con uno y evaluar los pros y los contras; no es como en algún otro colegio que yo tenía la experiencia por decirlo así de que los directores están muy acá y los alumnos muy allá, en cambio aquí hay un nivel como de similitud, igual existe el respeto obviamente pero hay un nivel de confianza que no se tiene en otras partes» (estudiantes). Algo similar se puede decir de los demás integrantes de la comunidad escolar. Los apoderados respaldan el proyecto del liceo y se sienten valorados en una institución que ven como propia; los asistentes de la educación y funcionarios no ocultan su compro- miso, que alimenta una gran ética de la responsabilidad en el ejercicio de sus múltiples labores. El director ha desarrollado un estilo de relaciones muy distante de la tradición autoritaria y jerárquica que campea en Chile en muchas instituciones. «Entonces, cuando vi que el respeto no involucra hacer una formación y retar a los niños, y castigarlos, que todos podían ser diferentes, obviamente le perdí el miedo, entonces como que nos hicimos amigos yo y el cargo, no sé si me doy a entender… Entonces ha sido fácil, no hay mayor estrés, aquí nadie grita, nadie pelea, las cosas se resuelven conversando» (di- rector). El director se reúne quincenalmente con los mentores, semanalmente con diferentes grupos de docentes y con su equipo de gestión, sin contar los desayunos donde se tratan asuntos emergentes y las conversaciones espontáneas en una política de puertas abiertas. En estas innumerables conversaciones transmite su visión y recoge las ideas e inquietudes de los diferentes actores. Este modelo de gestión se basa en una fuerte confianza en las personas, expresada en la desconcentración del poder y el fortalecimiento de las instan- cias profesionales colectivas y otros liderazgos, tanto de directivos como de docentes. «Nunca ha habido una decisión que el director me haya dicho «haz tal cosa». Así como los coordinadores tienen autonomía, yo he tenido mucha autonomía. Entonces yo tomo deci- siones, pero con la mirada pedagógica. Lo que a mí me hubiera gustado que ocurriera en la sala, lo hago yo para los profesores.» (equipo directivo) El liceo se convierte de esta manera en un gran taller de innovación colectiva donde las nuevas ideas, valoradas en su mérito y no según quien las promueve, son bienvenidas y encuentran una oportunidad para testearse. «El director está completamente abierto a eso, o sea si hay alguna idea y a él le hacía ruido, o sea la encontraba interesante, decía ‘vamos, vamos, probemos’» (coordinador de Matemá- tica).
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