El liceo en tiempos turbulentos: ¿Cómo ha cambiado la educación media chilena?

Carmen Montecinos, Andrea Ceardi 212 en todos los estamentos existe la convicción de que el liceo cuenta con las capacidades internas para lograr lo que se ha propuesto. El establecimiento opera con adecuados niveles de control y monitoreo administra- tivo, lo que posibilita un trabajo ordenado e intencionado. Los resultados de estos pro- cesos se utilizan para identificar aspectos a mejorar a partir de una reflexión colegiada, permitiendo a los docentes un ejercicio profesional autónomo, en el contexto de un lide- razgo pedagógico ampliamente distribuido. Se constata una alta cohesión y un adecuado control social, lo que se facilita a través de normas claras y ampliamente socializadas, así como por el fuerte sentido de pertenencia y adhesión a los valores valentinianos de parte de los docentes y la mayoría de los estudiantes. La distribución del liderazgo pedagógico posiciona al cargo de jefe de departamento como agente clave en los procesos de mejora escolar. Su rol se apoya en la lógica de mejo- ra escolar de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba . De este modo, los jefes de depar- tamento son responsables del día a día de la gestión curricular y pedagógica, recibiendo y transmitiendo información desde y hacia los docentes y el equipo directivo. Además, se ha organizado el tiempo docente en función de un trabajo más colaborativo; se han creado nuevos cargos, por ejemplo, el de Encargado de Convivencia; y se ha contratado a profesionales no docentes para prestar apoyo psicosocial a los estudiantes. Los resultados sugieren que existe un círculo virtuoso entre al menos seis de los fac- tores que hemos identificado como clave en esta trayectoria de mejora. Así, el liderazgo pedagógico distribuido incentiva la colaboración entre pares y promueve una cultura docente que valida su profesionalismo y autoeficacia colectiva. La gestión de la convi- vencia, con un foco más formativo que punitivo, genera espacios de participación para el estudiantado, que refuerzan su sentido de pertenencia con el liceo, lo que a su vez fa- vorece una relación de cercanía con los docentes. Por otra parte, una cultura escolar con altas expectativas promueve valores que se asocian a la autorregulación de la conducta estudiantil, lo que a su vez desincentiva los conflictos. El modo de abordar la diversidad entre estudiantes, principalmente a través de la se- gregación interna, tensiona este círculo virtuoso que afirma la trayectoria de mejora. De esta forma, en el PIE se evidencia que la institución tiende a comprender la diversidad académica y social en los estudiantes desde una perspectiva de déficit (se describe como amenaza y debilidad en el FODA). Frente a alumnos que presentan conductas disrupti- vas o un bajo nivel de compromiso académico, algunos profesores se sienten con menor eficacia y externalizan la solución, a través de la derivación a especialistas, a la vez que comunican bajas expectativas, enseñando un currículo menos desafiante, que algunos de los estudiantes entrevistados resienten. Esto, a su vez, se expresa mediante conductas disruptivas o con una «desmotivación» escolar que refuerza las creencias ya descritas. Los datos muestran una interesante paradoja. Por una parte, se observa que frente a las demandas externas asociadas a cambiar desde un enfoque punitivo de la convivencia hacia uno formativo, el liceo ha sido ampliamente exitoso. Por otra parte, aun cuando

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=