Niños pintados: arte e historia
73 El subtítulo de esta pintura es “Retrato de Fernando Ro- jas Martín, hijo del pintor”. Llama la atención que no lleva el apellido del artista, pero si consta que a su hijo Fernan- do lo apodaba Pin-Pin. Conforme al estilo de los últimos años del autor se destacan una técnica de manchas dis- persas y pinceladas ligeras. El infante retratado de frente aparentemente sentado en una silla por los detalles del respaldo y del apoyabrazos en tonos marrón, lleva un go- rro y babero blancos y un abrigo de color verde. La crítica especializada no ha logrado ponerse de acuerdo sobre el estilo pictórico de este maestro de la pintura chilena del siglo XIX sobre todo en las obras de su periodo de madurez. Para algunos logró una aproximación al impre- sionismo, se alejó del realismo con formas de pintar per- sonales con máxima libertad, interpretando la belleza en forma simple y detalles mínimos, captando “sensaciones cromáticas” de verdes, rojos, rosas y blancos. El retrato fue donado por familiares del artista al Museo de Talca. Juan Francisco González nació en Santiago en 1853 en una familia de clase media, su padre era comerciante en tabaco, vivieron en el barrio al pie del Cerro Blanco y fueron 9 hermanos entre ellos Simón, reconocido escul- tor. Estudió en la Escuela Andrés Bello de la Cañadilla hoy Independencia y en el Instituto Nacional fue compa- ñero de Alfredo Valenzuela y Onofre Jarpa. Al ingresar a la Academia de Pintura conoció a Pedro Lira y fue discí- » “Cabeza deNiño, Pin-Pin” . Juan Francisco González (ca. 1912). Óleo sobre tela 36 x 40 cm. Museo O’higginiano y de Bellas Artes de Talca. Para algunos logró una aproximación al impresionismo, se alejó del realismo con formas de pintar personales con máxima libertad, interpretando la belleza en forma simple y detalles mínimos, captando”sensaciones cromáticas” de verdes, rojos, rosas y blancos. menor de 10 años, lamentable suceso que aumenta “su desequilibrio sicológico hasta la completa locura” según se describe. En 1897 regresó a Santiago, las dificultades de pareja aumentan con la prohibición del pintor de ha- cer la primera comunión a su hija María, y con la oposi- ción del artista a una intervención quirúrgica requerida por Carlina. Alfredo desconfiaba de la medicina y de la ciencia ya que fue adherente acérrimo de la homeopatía y el naturismo. Existe información que una noche de 1899 “llegó a casa golpeando puertas y murallas, destrozando todo lo que encontraba a su paso”. Fue el punto final para que Carlina lo dejara y volviera a Santiago con sus hijos, hospedándose en la casa del tío sacerdote; Alfredo no los visitaba, tiraba piedras a las ventanas que daban a la calle y luego huía. En 1907 volvió a Paris, entre las escasa pertenencias llevaba una carta de su hija María. “En sus últimos meses en Chile el artista perdió todo contacto con sus hijos, que la madre cansada de la locura del artista se había llevado lejos del padre”. El pintor ter- minó sus días de vida internado en un hospital para en- fermos crónicos con trastornos neuropsiquiátricos don- de falleció en 1909 por neuro sífilis (Parálisis General Progresiva según el certificado de defunción). Sus restos mortales fueron repatriados en 1930 y están sepultados en el Patio de Disidentes del Cementerio General junto a su hijo Rafael.
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