Niños pintados: arte e historia

35 interpretaba canciones españolas y obtuvo el primer lugar en un concur- so en el teatro Baquedano de Santiago y, posteriormente, fue contratada en una cafetería del centro capitalino. En 1948 se separó de Cereceda y ese año grabó junto a su hermana Hilda para la empresa discográfica RCA. Al año siguiente su situación económica seguía siendo deficiente, se casó con el tapicero Luis Arce alias “el Mono” con quien tuvo otras dos hijas. En 1953 empezó a ser más conocida en el ambiente musical luego de grabar un par de canciones exitosas y fue contratada en una emisora capi- talina para animar un programa folklórico muy apreciado por la audiencia. Además, se dedicó a la investigación de la músi- ca tradicional popular. Al año siguiente ganó el premio a la mejor folklorista nacional y fue invitada al Festival de la Juven- tud y de los Estudiantes en Polonia para después viajar a Rusia y Francia donde grabó sus primeros discos lar- ga duración. Por esa época sufrió la muerte de su hijita menor que había quedado en Santiago al cuidado del padre. En 1959 el rector de la Uni- versidad de Concepción la invitó a crear el primer museo del folklore. Su talento artístico no solo se expresó en la creación e interpretación musical por cuanto también cultivó la pintura, la cerámica, y la artesanía de tapices; esta última actividad nació con moti- vo de su permanencia durante ocho meses en cama afectada por una gra- ve hepatitis. Durante su internación en una sala del hospital San Juan de Dios compuso unos versos bien co- nocidos en el ambiente médico donde relató sus vivencias como enferma. En 1960 conoció al antropólogo y músico suizo Gilbert Fabre con quien mantuvo una relación sentimental. Viajó por Europa y América Latina, y en Buenos Aires actuó en televisión y realizó una exposición de sus pintu- ras. En Europa desarrolló una intensa actividad, grabó discos, escribió el libro Poesía Popular de Los Andes, expuso en el Louvre de Paris en 1964 y dio numerosos recitales. En 1965 de regreso en Chile trabajó junto a otros destacados artistas del folklore en la peña de sus hijos Ángel e Isabel en la calle Carmen 340 e inició su proyecto más ambicioso al instalarse en la “Carpa de La Reina” para for- mar un centro cultural. Además de las actividades comentadas Violeta es autora de la música criolla de tres películas documentales chilenas y su reconocimiento como investigadora de la música tradicional y pionera del renacimiento de la música folklórica le concede un lugar de privilegio. El 5 de febrero de 1967 probablemente afectada por sus dificultades amoro- sas y los fracasos económicos se sui- cidó en la carpa de La Reina. La creencia popular en torno a los ni- ños pequeños que mueren es que se convertirán en angelitos por cuanto son inocentes y libres de pecado e irán al cielo a rogar por sus padres, her- manos, abuelos, familiares y amigos. Para que el viaje sea exitoso durante su velorio debe haber alegría, fiesta y no se debe llorar porque se mojarían sus alitas imposibilitando su vuelo. El ritual tenía varios pasos: vestir al niño como angelito, preparar el altar (una mesa de la casa se transforma en altar florido), llegada de los cantores comenzando la noche y saluta- ción al angelito, canto y baile al angelito, cena y bebidas a todos los que llegaron a despedirlo, continuación del canto durante toda la noche, al alba es el “des- pedimento” del angelito, que es el último canto de la noche, donde el cantor parece tomar la voz del angelito y se despide de todos los asistentes para finalmente sacar al niño del hogar, rumbo al cementerio. En una entrevista en 1954, Violeta Parra declaró: “Los “velorios” son una tradición trágica y sentimental, absolutamente seria y auténtica, que se mantiene como un ritual. Suele ha- ber ruedas de seis y ocho cantores, que interpretan décimas “a lo divino”, sentados alrededor del “angelito” (el pequeño cadáver), vestido y con alas a la espalda, como si estuviera vivo. La madre no debe llorar, pues si lo hace su hijito muerto no irá al cielo…”. Es probable que la muerte de su hija pequeña haya sido tema de inspi- La creencia popular en torno a los niños pequeños que mueren es que se convertirán en angelitos por cuanto son inocentesy libres de pecado e irán al cielo a rogar por sus padres, hermanos, abuelos, familiares y amigos.

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