Enfoques y estrategias de desarrollo profesional docente: reflexiones y aprendizajes de 25 años

62 que se mueve de un rol a otro, un gradual cambio de “identidad y practica en medio de los múltiples, complejos y variables escenarios en los cuales su labor se desarrolla” (p. 151). Este cambio opera en medio de un proceso que los/ as enfrenta permanentemente a comparar los dos mundos profesionales en los que se desenvuelven. En un primer momento, a pesar de su condición de formadores/as de formadores/as, sus visiones y practicas estaban aun vinculadas a sus labores en el aula escolar. Con el paso del tiempo y mediante una practica reflexiva fueron transmutando su quehacer, consolidando sus representaciones y fortaleciendo su identidad en la nueva condición en la que estaban. Es probable que procesos similares a estos sean vividos por los/as docentes que aún insertos en el marco de la escuela, asuman la tarea de situarse como lide- res pedagógicos/as de sus pares, al hacerse cargo de tareas relacionadas con el desarrollo de capacidades profesionales en tematicas como ciudadania, igualdad de género o inclusión, por mencionar algunas. Definido a grandes rasgos el rol del formador/a de formadores/as en el plano del desarrollo profesional docente, se puede sostener que ellos/as han de po- seer una serie de conocimientos, capacidades, destrezas, habilidades y actitudes (Vaillant, 2002; Viau, 2007; Ortega y Castaneda, 2010; Xhevrie y Jesús, 2011). Los/as formadores/as en educación continua, inserta esta en un marco mayor denominado desarrollo profesional docente, deben ser poseedores/as de una formación cientifica y didactica junto con tener habilidades para el trabajo con personas adultas, en especial en cuanto a todo lo que se refiera a la capacidad para acompanar a los/as docentes en servicio a emprender cambios en sus disposiciones, creencias, métodos y practicas de ensenanza. Deben poseer conocimientos disciplinares, saberes experienciales y capacidades reflexivas, comunicativas, de trabajo y aprendizaje colaborativo (Moral, 1997; Valliant, 2002; Ortega y Castaneda, 2010; Xhevrie y Jesús, 2011). Existen cinco dimensiones especificas que cobran especial relevancia al momento de revisar el tipo de conocimientos y habilidades que este tipo de profesionales deben poseer. Ellas son: ■ Dimensión pedag gica. La centralidad de lo pedagógico en el proceso de retorno de la profesión docente a su domicilio original impone a los/as for- madores/as de formadores/as, muy especialmente a quienes trabajan en el espacio escuela, la necesidad de profundizar y renovar constantemente su conocimiento sobre aprendizaje, didacticas, estructura de las clases, planifi- cación de la ensenanza, teorias del desarrollo humano, procesos de planifi- cación curricular, evaluación, cultura social e influencias del contexto, entre otros aspectos (Valliant, 2002; De Vicente, Romero y Romero, 2010). ■ Dimensión conocimientos disciplinares. El/la formador/a de formadores/as debe caracterizarse por contar con un refinado y profundo manejo de la materia/asignatura que esta ensenando o que esta apoyando. De ello depende la orientación y la legitimidad que dara a su trabajo con sus pares. Un conocimiento profundo de la materia ordena mentalmente la forma en que se ensena (Buchman, 1984, en Valliant, 2002). El conocimiento que los/ as formadores/as poseen del contenido a ensenar también influye en el qué y el cómo ensenan (Valliant, 2002; Tamir, 2005; De Vicente, Romero y Romero, 2010). ■ Dimensión conocimiento didactico del contenido a ensenar. Esta dimensión es clave al momento de formar y definir el perfil de un/a formador/a de formadores/as en ciudadania. Ella representa el justo equilibrio entre el co- nocimiento disciplinar y

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