Enfoques y estrategias de desarrollo profesional docente: reflexiones y aprendizajes de 25 años

188 Conclusiones Se hace evidente, a la luz de la información analizada y sistematizada en este estudio, que existe la necesidad de seguir fortaleciendo el rol de las y los asistentes de la educación, no solo desde el punto de vista normativo-jurídico, sino que sobre todo a partir del imaginario de la cultura escolar que se construye en las comunidades educativas. Sigue pendiente el desafío de desarrollar proyectos educativos auténticamente inclusivos, donde se concrete una comprensión del fenómeno educativo producto de una cultura escolar participativa. Este es un desafío para todos los actores educativos, especialmente en un contexto de políticas educativas de inclusión, donde las comunidades tienden a focalizar el desafío de la inclusión en la acción dirigida hacia las y los estudiantes. En la base de cualquier transformación que viabilice una educación auténticamente inclusiva debe existir una “cultura escolar inclusiva” (López, 2012). En este sentido, la educación continua es fundamental para la conformación y el empoderamiento del rol y también para el desarrollo laboral de este actor educativo. Esto es posible de alcanzar en lamedida en que dichos procesos formativos tengan un diseno que permita la circulación teórica y practica de ideas, conceptos y experiencias de los y las participantes, de manera que lo reflexionado permita resignificar sus prácticas (Fullan y Hargreaves, 1997). Es una manera de avanzar en el desarrollo de una cultura escolar que supere la excesiva subordinación jerarquica a que se somete a las y los asistentes de la educación, visibilizando su rol e incorporandoles plenamente en los procesos formativos de los proyectos educativos. Los procesos formativos pueden producir transformaciones significativas en lo individual a nivel laboral, pero este desarrollo puede verse “frenado” al no existir espacios de participación auténtica, no alcanzando a producir esa transformación a nivel colectivo. Del mismo modo, pensar e implementar procesos de formaci n continua específicos para asistentes de la educaci n significa desarrollo profesional, dignificaci n laboral y fortalecimiento de las comunidades educativas, elementos propios del reconocimiento institucional que requiere este importante actor educativo. En cuanto a los desafíos de la convivencia escolar y su rol, planteados por las y los asistentes de la educación, algunos siguen pendientes. Ejemplo de esto son la falta de espacios de participaci n para la construcción de comunidades educativas auténticas y la falta de reconocimiento institucional, tanto material como simbólico, de la labor de muchos/as asistentes de la educación. Es parte de un proceso de modernización avanzar en la democratización de los espacios escolares, incentivando la inclusión de todos y todas a partir del reconocimiento mutuo, el respeto y la interacción colectiva. A convivir se aprende (Delors, 1996) y ese aprendizaje ocurre en lo cotidiano, en la interacción social y pedagógica, por lo tanto, acabar con elementos discriminatorios hacia algunos/as actores educativos permitiría avanzar en la democratización de la escuela/liceo y, con ello, contribuir en la tarea de construir una sociedad con menos desigualdad.

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