Enfoques y estrategias de desarrollo profesional docente: reflexiones y aprendizajes de 25 años

Libro 1. Educación y democracia: Formación ciudadana para la escuela hoy (2018) 131 2.Docencia y justicia social: un eje para considerar A través de este compromiso, opera un enérgico impulso que consolida las comunidades de aprendizaje, motivando a sus actores en pos de proyectos comunes y el trabajo continuo. En este sentido, las instituciones escolares debiesen aspirar a ser «comunidades inquietas, que no se dejan adormecer por el logro, incluso cuando hanmejorado notablemente» (Bellei et al, 2014, p. 68). Algunos registros de experiencias en Formaci n Ciudadana, precisamente, aluden a esta dimensi n, que se entronca indudablemente con la motivaci n. Pero no es suficiente el mero deseo, las solas ganas. Es importante asirse de la esperanza de lo posible, de que la realidad se puede intervenir, que se puede transformar, cuesti n que requiere diagnosticar, problematizar, trazar caminos y metas. Ello levanta la importancia de las y los actores, junto a la impronta de un futuro que no es ajeno, lo que el soci logo chileno Hugo Zemelman nombra como la epistemología del presente potencial: «[lo anterior permite] la recuperaci n del sujeto como un sujeto erguido, es decir, un sujeto constructor, que se entiende a sí mismo en el ámbito de una realidad dada como ante una realidad construible» […] «el futuro nacerá en la medida que seamos capaces de develarlo a través de las prácticas individuales o colectivas; de otro modo no hay futuro. El futuro […] es construible para muchos prop sitos, desde muchos ángulos, con muchos sentidos» (Zemelman en Rivas, 2008, pp. 120-122). Por otro lado, la esperanza, dice el pedagogo brasileño Paulo Freire, configura una necesidad ontol gica que debiese anclarse en la práctica, ya que por sí misma no implica directamente la transformaci n: ello sería un acto de ingenuidad extrema, que gatillaría el efecto contrario: la desesperanza. Además, dicha esperanza tiene que ser crítica y puede ser educada (Freire, 2008. Giroux en Rodríguez, 2017). La esperanza, en consecuencia, resulta movilizante, activa, impulsiva. «La instituci n escolar, pero sobre todo el docente, necesitan reconocer que cuentan con una propuesta que permite mejorar el trabajo que se realiza; en cierto modo, necesitan recuperar el sentido de utopía en su trabajo pedag gico» (Díaz Barriga, 2009, p. 35).Y, en este punto, aun cuando si en nuestro horizonte está la utopía, lo que importa es el trayecto constructivo, el avance como motor, parafraseando un poco la idea de utopía en Galeano (1993) 26 ; procurar generar las bases para desenvolverse en una sociedad verdaderamente democrática. Lo anterior no elimina el temor a la proyecci n de los obstáculos y a la incertidumbre. Ello refuerza la necesidad de apelar a supuestos, hip tesis, mundos posibles. Es prestar atenci n a la imaginaci n democrática (Rodríguez, 2017. Freire, 2010), las oportunidades que despliega, siendo conscientes del derrotero que asumimos en la escuela para la construcci n y vivencia de una sociedadmás justa bajo visiones y criterios elaborados colectivamente. 26 «Ella está en el horizonte… Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar» (Galeano, 1993, p. 310). 27 Como lecturas recomendadas se pueden citar: Pablo Gentili (2011). Pedagogía de la Igualdad. Ensayos contra la educaci n excluyente. Buenos Aires: Siglo XXI editores-CLACSO y del mismo autor como compilador (1995), Pedagogía de la exclusi n. Crítica al neoliberalismo en educaci n. México: UACM. Avanzar hacia una sociedad más democrática y justa, indudablemente, forma parte de las tareas pendientes en América Latina, en donde los contrastes, la inequidad, la pobreza, la corrupci n —entre otros fen menos— nos interpelan para dar, de modo urgente, un cambio de rumbo radical. Esta crisis y el malestar que genera llega a las y los docentes, llega a nuestros niños y niñas, alcanza a las escuelas 27 . Ante la adversidad, cabe recobrar las esperanzas que puede traernos la lucha por la justicia social, la que puede imprimir no solo un carácter progresista a la educaci n, sino asumir la responsabilidad por la transformaci n. De ahí la importancia de los procesos formativos docentes, tanto iniciales, continuos como permanentes, para la apropiaci n consciente de una perspectiva pedag gica que le da consistencia, entre otras cosas, a la Formaci n Ciudadana, para repensar (desde una mirada crítica) las políticas p blicas, el currículum, los programas, las prácticas, el rol de los actores escolares, la responsabilidad de la sociedad respecto a la educaci n y a las escuelas que queremos, etc.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=