La memoria del mimbre: identidades, saberes y paisajes de Chimbarongo

109 LA MEMORIA DEL MIMBRE Chimbarongo ha sido testigo de grandes artesanos de mimbre, verdaderos maestros creadores que van superando los límites de lo posible. Conocer parte de la historia del mimbre de Chimbarongo, a través de algunos de sus emblemáticos personajes, sus historias de vida y sus relatos, nos regalan la oportunidad de comprender esta actividad y su evolución en el tiempo. Es un paisaje cultural, que se teje del esfuerzo del agricultor, el talento del artesano, los relatos y las tradiciones, y que crea una identidad patrimonial, que reúne la agricultura y el saber hacer local. En la historia de su paisaje cultural, la figura de Manuel Benito Sandoval Riveros hace eco en su memoria como un pionero de la era del mimbre moderno. Considerado padre de la artesanía de Chimbarongo, diversas fuentes indican que, en el año 1920, comenzó a darle una nueva utilidad a esta materia prima que crecía de manera silvestre en la comuna. Cabe recordar que las tierras de esta zona están regadas por las aguas del río Tinguiririca que circulan por el norte y el río Teno que lo hace por el sur. Como una red de canales, sobresale el Estero de Chimbarongo, el que humedece el subsuelo, transformando estos terrenos en un ambiente rico y apto para la producción del mimbre. Su hijo, Osvaldo Sandoval, cuenta que don Manuel empezó a cortar el mimbre que encontraba de forma natural en las orillas de canales y acequias, dándole vida principalmente a muebles. Una vez que logró un buen dominio de la preparación y tejido del mimbre, empezó a compartir esa experiencia y conocimiento. Cuando lograba juntar una cantidad importante de mimbre, armaba canastos cuadrados con tapa y los vendía en Coquimbo en los años del auge de las mineras, los que también se exportaban. Sandoval hijo cuenta que, con los años, copió los estilos de muebles que llegaban de Europa a Valparaíso como el famoso sillón Tanque, el que se destaca hasta el día de hoy por su comodidad. Es así como luego de reunir una importante cantidad de ellos, viajaba en su carretela hacia la costa, lo que le podía tomar más de 15 días de viaje. Don Manuel instaló su taller, uno de los primeros en la comuna, en la esquina de las calles Javiera Carrera y Manuel Rodríguez.

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