Los Jirondinos chilenos
-42- i sin refe1·encias («por no embarazar el test.o}) ... ) otro testimonio para sn creaciorr que el del aba.te Larnbert, de quien empero no habla niuguu escritor contemponí– neo, i aun del relato de aquel testigo, el historiaJoi·– poeta solo afirma que uua gran parte de sns detalles son vé1·idiques comme l((, conscience et fidéles comme la mémoire d' un de1·ni·er· a1ní, lo que en sustancia uo a.bo – na una sola verdad, porque ¡ cuántos millares de con– ciencias falsas existen entre los hombres por nna con– ciencia verídica, i cuántas 1nemo1·ias del último amigo (i ne] nso las de los albaceas) han sido infieles, especial– mente despues que el último a,nigo ya no existe! Pero aun siendo exacto el fondo de aquel drama fantástico de la media noche, el artista se ha tomado, sobre las infinitas libertaJes de detalle del poeta, todas las qne su pincel neeesitaba para. agl'upat· su accion in– verosímil. Así, la aparicion de Mrne. Rolaud en el úl– timo festio de los J irondinos, es un anacronismo per– fecto porqne esa 1nnjer snp6rior i pnra, inspiradora i amiga de los Jit·on<lictos pero nó su camarada, no esta– ba aqnella noche (i9 de octubre de 1793) en la Conse1·· je1 ía si no en la Abba'lfe, prisiou lejana. Mme. 11.oland faé trasportada a la c·onse1:jería solo despnes del supli– cio de loa Jirondinos, i subió al cadalso diez días mas t11,rde (9 de noviembre de 1793). Por otra parte, bien su.biuo es qne la gnillotina esta. ba entónces,establecida en pel'lnauencia eu la plaza de la Revolncion (hoi llamada. de la Concordia, anuque la discordia de los franceses suba cada dia de punto);
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