Los Jirondinos chilenos

- 39 el Estado i contra el Estado. La moda ha durado ma$ de medio siglo (tlesde 1820); ¿pero no parece ya qne ha de pasu.r en estos dias? Entretanto, la corriente fascinadora que en el espí– ritu público de Chile pLlxlnjo la obra revolllcionaria mas acahada ( no decimos Ju. mas exacta) del presente si– glo, no se cletnvo en Ohile, como en Francia ni en Eul'opa entera, en el campo <le la política: i así como en Pi:l.ris de las p,í.jiuas de Los Jirondinos nació el dra– ma jauto con las barricadas, la música junto con el canto inmortal ( Le chant du départ), así en Santiago la pintara de la gl'an escuela r.evolnciouaria se apoderó de nuo de sus 111as patéticos argurnentos, i lo reprodujo . De aqní el conociclo cnadro de l\íonvoisin qoe por nues– tro título nos he1uos visto for~~ados, al contrario de lo qoe hicimos en el juicio sob1·e la Cairla de Robespie1're, a tratar como la parte secundaria. de este estudio. . La tela, po1· ott'a pa1·te, se pl'estaba so lo a un análisis superficial i de segundo órden, porqne el ill1stre artista, fatigado JA. por los años, sucn1nbi6 a su propia coucep– ciou, simple reprodnccion de una inspiracion escrita, a la cnal por ta.nto faltaba el estndio, el localismo, la filosofía, loo caracteres, el movimiento, el colorido propio, la vidn. en nna palabra. Ti'ene la Ultima cena de l0s jiron<linos cinco o seis figuras admirables i en todo dignas del autor del cuadro del 9 1'1ie1·midor, como la de Vergniaud, qne contempla en sn reloj su última hora, el abrazo fraternal de Dncos,i de Fonfréde, la desaliñu~ da pe1·0 espresiva i característica figura de Brissot con

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