Los Jirondinos chilenos
- 29 - espuma qne la ola azulada al estallar levanta; la pla– cidez <le la virtnd i de la razon dotniual>an en seguida por entero tiquella naturaleza bnena por escelencia, a la qne solo h!.ltó panL su dicha i sn complemento ese don dnlce i terril> l~ pero por lo mismo indispensable eqnilibt·io de la vida <le los seres ht1tn,tnos e inhnmanos, i qne Dios echó de 1nénos en Adan al verle vagat· soli– tario i rabioso por las selvas del Eden ....•• En cna.uto a 1\1: ARAT, ln.s apariencias eran mncho nu1;:¡ justificadas en el nornbre que le cnpo en suerte o qne el 1nis1no beneficiado por hninora<la elijió. Santia– go Arcod llevaba alegremente sn apodo, i sostenia qne era mni cnerclo qnien se lo habia decretado, pnes aun– que nacir.lo eu el palacio de los obispos, en la calle de Hnérfauos de Santiago, i pared de por medio cou el club en qneesto tenia lngar, unnca hablaba de la revo– lncion chilena sino como uu jacobino parisiense o con10 un carbonario italiano. ¡ Pobre Santiago Arcos! Se sen– tía poseido de la 1·ara vaniclaJ del 1nal, i en el fondo et·a bueno, compasivo, humano i hasta filántropo a su ma– nera.- «Puñal! hijo, pnñall escl'ibia desde California cnando llegó la hora de la dtspersion, a uno de sns con– fidente de Santiago, i qne la rejeneracion de Chile se escriba en el enero de los pelncones». . . (testual). I sin embargo, lo único cierto de ese lengnaje es lo pintores– co, porqne lo feroz era postizo, i él mismo sabia qne así habían de entendérselo. Veinte años mas tarde ( 1871) volví a encontrarle en Nápoles, viejo ya, curado de aventaras, rico, conservador, achacoso i hasta pelncon
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