Los Jirondinos chilenos
• - 23 - destierro a Magallanes parecía algo tan aceptable co– mo nn a.siento en la tarima de las Cortes. La política discipliua a los bo111bres de bneu temple como la guerra disciplina a los soldados. Al cabo de seis meses de ca1u paña no hai ni recl ntas, ni desertores, ni espías, ni n1erocleadores. Toda la ca.ualla. ha quedado a reta– gnardia. i en la pri mer.t fila se ven solo ft·entes sere– nas i pechos enhiestos. Una ,de las conversaciones favoritas de aquellas sesiones cuotidianas era, en virtnd de la analojía i simi– litud de los tietnpos, la que snjeria 111 lectura, caotidia– ua tambien, de Los Ji1·ondinos de Lamartine, de los hechos de aq nel los preclaros hombres, su elocuencia, su patriotismo, sus errores, su triste i sublime sacrificio, su gloria póstuma, irra<liacion lejana del jenio i del pa– tíbulo. I fué eutónces cnan<lo conJenzaron a aparecer en la escena íntima de la revolncion en ciernes las figu– r&.s i los nombres de cada uno de aquellos jirondinos chilenos, cnya agrnpacion por individualidades i por escnela::1 se ha conservado intacta en nuestros fastos secretos. Cada uno de aqnellos afiliados babia elejido por aoalojías, por asituilacion, por simpa.tía, por presenti- 1nianto o por simple fantasía su bautizo revolucionario o Jo habia recibido de buen grado de sus compañeros. I como otras veces, no fa ltaba en ésta ni iojenio ni ca– rácter a aquellos vistosos disfraces de una situac ion grave i semejante. Los chilenos so1nos esencialmente copistas,espe<'ialmente cuando la copia no cuestadiuero: ,
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