Los Jirondinos chilenos

- 22 - a la revnel ta tenebrósa <le la capa i el puñal, <<a la. es– pañola.» Teuian lagar esas reuniones diarias en una de las piezas del patio qne caia a la calle, a la derecha entran– do, i solían durar desde las oraciones, hora del regreso del Tajamar, de la Alameda, o del Puente de Palo, pa– seo fresco, del estío, favorito a la sazon de! público, hasta pasada media noche. Nadie presidia ni nadie imponía. Era un club democrático, a tal punto qae pa~ saba como su único jefe reconocido nu antiguo oficial de 1a independencia, pariente de la fa1nilia \,..ial, lla– mada Pistolita desde 1811 , en honor de una hazaña de pistoletazo que ejecutara en la plaza de Santiago el día de la revolacion de l?igneroa. Llarná.base, corno en padre, ,Juan de Dios Vial i tenia un empleo de guarda de cordilleea, ocupacion adecu11.da para el ejercicio de custodio de nn clnb político qne era siempre nn volean próximo a estallar. Conservaba en consecuencia aquel buen anciano las llaves del club, i de noche cerraba sobre las espaldas del último saliente la pesada puerta de calle de la casa solariega. Por lo demas, allí se comunicaban noticias, c:1e dis– entían planes, se enviaban emisarios, se co,ubinaban artículos para la prensa, discursos para los clubs, pro– clamas para eJ pneblo. Reinaba la uníversal conviccion de no golpe de estado próximo, del cual nadie podia ni queria esqnivarse. Verdad es que entónces se mira– ba un calabozo con la misma sangre fria con qne hoi se contempla la poltrona de nn juzgado de letras, i nn

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