Los Jirondinos chilenos

- 21 - den, como los niñoR, jngar con 1os pnnteros del reloj , pero la hora ha de sonar, si es qne no destrozan a bala· zos todo el mecauismo. I aun así, la hora fnjitiva va a resonar eu otra catnpana, i a sn eco se convocan los que están esperando eternamente la señal. Bajo el imperio de esta amenaza incesante, los dipu– tados mnnicipales, los ~scritores, los oradores i los sim– ples ignttli tarios de 1849 tenia.o frecuentes t·euniones, ya 1le día en la in1prenta de El Progreso, situada en– tóuces en la casa histórica que llevaba en esos años el nn.m. 32, cnyo eriazo ocupa hoi el centro del portal Mac-Olure, ya de noche en la habitacion materna del P.X- rninistro Vial, casa que hoi ha sido reedificada i lle– va el núm. 64 en la calle Je Huérfanos, entre la de Mo– randé i Teatinos. Asistían a estas reuniones casi todos los jefes del par– tido liberal, llamado entónces por apodo igualita1·io. P edro Ugarte, que babia juzgado a los garroteros del 19 de agosto en su carácter de jaez del crimen; IJasJ.a. rria, el jefe parlamentario del partido; José 1\1:iguel Ca– rrera, qne debía ser uno de sus caudillos Ifilitares; los dos Bilbao, Francisco i Manuel, sus tribunos; Eusebio Lillo, su poeta; Santa- .ofarfa, sn inspirador; F ederico Errázuriz sn consejo; Francisco Mario, su honradez; Mu.nnel Recabárren, su firmeza; ,T uan Bello, su brillo, i por último, entre otros de ménos nota, como el que estos recnerdoe compaji na, Santiag0 Arcos, que preten, día ser la sombra de aquel club pa.triótico, empajándolo– por fantasía, mas que por propósito o int~ncion vedada,

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