Los Jirondinos chilenos

- 20 -- neda habria desaparecido en uua de esas plácidas tardes Je octubre, el 1nes ele las flores, al it· a volve1· una de aquellas procesiones qne llenaban la Alameda áutes o despues de las sesiones. Pero todo eso era bulto i baila i no había peligro verdadero !>orque Bilbao iba como un ilurninado adelante de esas procesiones con uu árbol de la libertad ..• hecho de mostazillas..•. -Digno em– blema de sus secnaces corno enseña de batallal-Ba– rrére habia dicho en la tribuna de la Uooveucion de 93, al dar su voto por la muerte de IJuis XVI :- «El árbol de la libertad no se riega sino con sangre.}) - Aquel árbol efe la libertad chilena ele 1850 había sido regado solo con el agna sobrante del n1ate matntiuo de las monjas Claras, p1·olijas artífices de ese embeleco. Se hablaba einpero a todas horas i en todas partes del estado de .sitio que <leJJia venir con10 el forzoso desenla– ce de todo lo que en ()hile se ha llamado opinion pú– blica i sus mao lejítimas manifestaciones. Entónces, como ahora, i por mas qne los lejisladores hagan rodeos i aparatos de engaño hábil i profundo, esa declaracion era obra esclusiva de la voluntad, o mas bien, de la omnipotencia presidencial. Pero el jeneral Búlnes, que era nn grao estadista en crndo, resistía, i he aquí todo el misterio de la tardanza. Si el presidente Búlues lo hubiera querido, las horas se habrian anticipado una época, i la batalla de Loncomilla habria tenido lagar un año o dos años ántes de sn fecha, porque hai algo que no puede desviar ninguna omnipotencia i ese algo es la leí fatal de las cosas humanas. Los dictadores pue- ,

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