Separar para construir. Análisis cualitativo de información

40 – separar para construir. análisis cualitativo de información tos a una discusión que continúa rindiendo comprensiones. El lenguaje, lo lin- güístico, las lenguas, sus distinciones, usos y efectos ontológicos, epistemológi- cos y praxeológicos cambiaron de modo inédito y mantendrán su apertura hasta hoy. En esa coyuntura habría que ubicar la realidad que llamamos “discurso”. La advertencia que me atrevo a realizar desde ya consiste en señalar que — para los fines de la investigación social— no existe una definición denotativa, de manual, unívoca de la realidad a la que alude la voz “discurso”, pero sí de que se trata de una perspectiva para comprender, también, la realidad social. Desde versiones más fisicalistas (“positivista” se ha convertido en una descalificación epistemológica que ya no dice nada), “discurso” es una suerte de realidad socio- subjetiva, una versión sobre la vida en común posible de decir por parte de acto- res estudiados. Esta perspectiva sostiene que la realidad social se puede estudiar desde las estructuras, los sistemas, las instituciones, la demografía, en definitiva, toda realidad social “variabilizada” y estadísticamente tratada. Al mismo tiempo los “estudios de discurso” (o de representaciones, o de narrativas, etc.) corres- ponde a la otra cara de las realidades sociales, la cara “subjetiva”, así se cubriría la antigua disociación entre estructura y agencia. Desde perspectivas fenomenológicas, se trata de procesos de semiotización propiamente sociales, no habría nada social que no sea socio-semiosis (incluida la estadística y todo aquello de lo que nos informa). Desde otras perspectivas her- menéuticas, se trata del incesante trabajo humano de someter a interpretación— según los códigos disponibles en cada contexto cultural, tanto en planos ordina- rios de la doxa o especializados de las epistemes — los signos como trazas en fuga del sentido. También desde dos perspectivas contemporáneas, la de la “sociología de la crítica” ( J. L. Boltanski) y los debates abiertos por la denominada y auto- clausurada “teoría del actor-red” (B. Latour), tenemos una insoportable levedad teórica alusiva al orden del discurso, toda vez que la palabra discurso pierde peso conceptual en la medida en que circula como las esporas en primavera. Lo que propongo es una invitación a compartir una incerteza, aquella que oscila y vacila moviéndose en el eco de una sospecha: tal “análisis del discurso” no existe, aunque existan discursos sobre aquello. Más aún, el afán de estabilizar algo así (“análisis de discurso”), es la evidencia empírica que nos indica que no hay modo de estabilizarlo, por eso hay tanto esfuerzo en ello. Digo “estabilizarlo”, como se ha estabilizado el “análisis multivariante”, que —como aplicación de la estadística multivariada— se puede exponer en su operar, aprender y aplicar de manera universal, lo que no ocurre con lo que se llama “análisis del discurso”. Pero si hay muchas propuestas para entender el “análisis de discurso”, siempre hay más, por ello las clasificaciones fallan y quedan con déficit, aun así todas las

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