Separar para construir. Análisis cualitativo de información
Análisis cualitativo feminista – 117 la ciencia positivista afirma que el sujeto que conoce puede mantener al margen sus sesgos e intereses, manteniendo una posición neutral y objetiva, lo que en rea- lidad ocurre es un ocultamiento de su propia participación en la configuración del objeto de estudio, invisibilizando así su responsabilidad en el conocimiento producido y los efectos que éste puede generar en los colectivos que participen de él (Haraway, 1995). En ese sentido, uno de los grandes aportes del pensamiento feminista ha sido relevar un aspecto fundamental de la investigación cualitativa, que es asumir el hecho de que toda investigación se desarrolla desde una posición particular, lo que implica tanto un lugar epistemológico como un cuerpo que ocupa esa posición (Esteban, 2004; Montenegro & Pujol, 2003). No obstante, es impor- tante hacer eco de lo que Harding (1987, 1996) y Donna Haraway (1995, 1999) han señalado: que una metodología feminista no se reifica en un cuerpo gene- rizado, por ejemplo, el de las mujeres, sino que corresponde a consideraciones epistémico-políticas que se traducen en un ejercicio investigativo concreto. Estas consideraciones se enmarcan principalmente en la revisión y crítica del proyecto ideológico del patriarcado (en alianza con otros sistemas de opresión) en la pro- ducción del conocimiento (Beiras et al., 2017; Schöngut, 2015), buscando otras prácticas de investigación que generen nuevos recursos empíricos y teóricos, re- flexionen sobre la práctica misma de la investigación y la posición de la investi- gadora en ello, y se encuentren a favor de los sujetos marginados (Bartra, 2010). Por otro lado, el pensamiento feminista ha realizado importantes críticas a la jerarquía de poder que se establece entre sujeto investigador y participante en las metodologías cualitativas tradicionales. Por lo general, es el investigador el que se arroga el privilegio de hablar por, o dar voz a, aquellos sujetos sobre los que conoce, ya que es desde su posición “experta” que puede representar los problemas y necesidades “reales” que ciertos grupos padecen (Montenegro & Pujol, 2003). En esta lógica, hay una consideración pasiva del sujeto, es decir, sin agencia a propósito de las comprensiones e intervenciones sobre la realidad en la que vive. Asimismo, se privilegian las categorías del/a investigador/a por sobre las de las personas participantes, basando la producción de conocimiento en una relación de poder que diferencia jerárquicamente a los sujetos respecto del saber (Foucault, 1977). En ese sentido, las metodologías feministas asumen que el punto de vista de la investigadora no es privilegiado, sino que es parte del abanico de “verdades” sobre un determinado tema (Beiras et al., 2017). De esta manera, las versiones del mundo “real” no dependen de una lógica del descubrimiento, propia de las epistemologías representacionistas, sino de una relación social de conversación
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