Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

El abedul en tierra yerma – 47 bronquitis, pulmon a y tisis adquiridas en Punta Arenas. La viruela llegada des- de la capital, termina con las vidas de Cacique Mulato y de su familia en su cam- pamento de r o Zurdo. Mueren sin poder evitar la pérdida de su territorio que será definitivamente rematado. Se suman las enfermedades venéreas cuyo conta- gio se intensifica hacia 1890 (Martinic, 2002). De igual manera el alcoholismo, producto del consumo del licor más rebajado como el rape, hizo estragos en los ind genas y dio a estancieros y comerciantes prósperos de la Patagonia chileno- argentina la tranquilidad suficiente para ocupar y sacar provecho de una tierra desaprovechada… yerma por culpa del nativo. En el panorama general: [e]stas muertes derivadas de las expropiaciones, de las cacer as, de los raptos, de las reclusiones y de las enfermedades, unidas al intercambio sexual consensuado y forzado y a los posteriores enfrentamientos entre las mismas etnias provocaron la decadencia de los pueblos ind genas de la Patagonia austral que se agudiza a comienzos del siglo XX. (López, 2017:96). Para 1920 ya no hay masa ind gena suficiente. Los abedules se propagan. Magallanes hoy, a casi un siglo del genocidio ind gena, celebra 500 años del Es- trecho que dio partida a un primer encuentro y a la práctica de una primigenia captura… la muestra inaugural del genocidio. El abedul ya no debe ocupar un espacio para ocultar o tapar lo que alguna vez fue; ya no debe ser testigo mudo, debe ser testimonio de lo que hay que hacer para reconstruir, para revalidar y levantarse como comunidad. Debe dejarse de condenar al territorio como un espacio falto de vida, inorgánico hasta la llegada del colono. Al abedul se debe contraponer el coigüe y la lenga de las canoas, con sus cortezas resistentes siempre dispuestas a lanzarse al mar; a los robles de arcos y flechas, no puestos en vitrinas como ornamento de museos, sino más bien dis- puestos para la admiración y respeto por su noble factura. El espacio magallánico de coigües, lengas y abedules se debe resignificar sim- bólicamente en estos momentos que revisamos textos orales y escritos, imágenes y signos que nos permiten reinterpretarlo y transformarlo. Nos debe instar a la reflexión acerca de las formas en que convivimos con nuestra historia, nuestra memoria y nuestro pasado. Esta conmemoración clama por que morigeremos aquellos discursos del des- cubrimiento y de la conquista de comarcas deshabitadas. Yo espero contribuir con atraer la mirada hacia aquellos rostros y voces que están re-construyendo

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