Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

44 – magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes generó lo que el abogado BenjaminWhitaker (2008) llamó, a ra z de su relectura del Convenio, un ecocidio . Tierras yermas ahora s ; despojo del alimento y esca- sez para los ind genas alejados de sus terruños en los que descansar, refugiarse, reunirse y celebrar. La flora y fauna modificada, secuestrada para el gozo de algu- nos pocos, condenada a la extinción. Los estancieros estaban preparando el suelo para sembrar el abedul. Las cacerías que se activaron para evitar el robo de ganado por parte de los selk´nam, fueron ejecutadas por cazadores expresamente contratados para ello. Como anunciara Chapman (2005), también participaron loberos y buscadores de oro que vend an los cráneos, orejas e incluso test culos de los ind genas, por los que obten an muy buena paga por parte de los estancieros. En algunos casos estas “piezas” terminaron en las mesas de disección de cient ficos locales y ex- tranjeros y pasaron a engrosar las colecciones de reconocidos museos y zoológi- cos (el de la Plata y el de Berl n, respectivamente, por nombrar algunos). Alexander Mc (Mac) Lennan/MacLenan −apodado chancho colorado (Pe- rich, 1995: 149)−, SamHyslop/Islop, Jhon Mc Rae y Bond son señalados “como los principales y más sanguinarios cazadores de la época” (López, 2017:82-83). El mismo “m ster Bond” recib a como pago una libra esterlina por cabeza de ind gena y más tarde se desempeñó como secuaz del comerciante belga Maurice Maître, al capturar al grupo ind gena que este último exhibir a en Francia y en otras localidades europeas en 1889 (Mayorga, 1972:44). Se impone y facilita la caza porque “era más fácil presentar varias cabezas que custodiar y alimentar a un hombre” (Mayorga 1972:35). Un caso particular es el de Julius Popper, otro adelantado en la conquista de Tierra del Fuego, quien llega a la zona con la misión de catastrar la topograf a de la isla y que termina por instalarse en el sector argentino de El Páramo para dedicarse a la explotación aur fera. Fervoroso defensor de su proyecto, este in- geniero rumano devenido en rey de la pampa, se enfrenta, en 1887, a un grupo de selk´nam en un combate desigual que deja a un nativo muerto en el suelo. La construcción del relato que presenta a sus contemporáneos argentinos se adorna con muestras de roca aur fera y mapas hidrográficos. Las fotograf as del álbum que arma prefiguran otro relato y provocan lecturas divergentes. Hay una des- igualdad de fuerzas: fuego contra piedra y madera; cuerpo enhiesto del cazador y su metal en oposición al del ind gena muerto que se mimetiza con el suelo de la planicie pálidamente adornada por el seco coirón. Las fotograf as del rumano exhiben al otro, lo cosifica y refuerza la ya inicia- da ruta de exposiciones y estudios antropométricos a los que los naturales serán sometidos.

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