Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

38 – magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes mulado y constituido sus formas para que las veamos y las comprendamos como hoy lo hacemos? ¿De qué manera se ha cristalizado una onomasiolog a del terri- torio hasta cierto punto indiscutible? Y, por último, ¿cómo han afectado estas maquinaciones la existencia de sus habitantes y, en particular, la de las etnias selk´nam, aónikenk, yagán y kawésqar? Estos pueblos han habitado la Patagonia austral desde “hace aproximadamente unos 10.000 años en las planicies y zonas ribereñas de la zona” (López, 2017:16); la data más antigua de ocupación humana hallada es: “en Cueva 1 de Lago Sof a (Última Esperanza) de 12.990 a.e.c. (A.P.); Los Toldos (Santa Cruz, Argentina) de 12.650 a.e.c. y Cueva del Medio (Última Esperanza) de 12.390 a.e.c. [y en] Tierra del Fuego es de 10.280 a 11.880 años a.e.c. aproximadamente en el sector de Tres Arroyos” (Vega Delgado, 1995:s.p.). Se inician celebraciones y conmemoraciones con el afán de recordar y recu- perar esta efeméride a través de actividades en las que se comentará y discutirá su trascendencia para el espacio patagónico y para el mundo. Bajo esta óptica ple- tórica de festejos, aparecerán en sus diversas formas los imaginarios y representa- ciones construidos alrededor de este suceso. Y aqu me pregunto qué podré decir yo al respecto en medio de este mar brav o compuesto por las voces de muchos, dentro de todo lo que ya han dicho y de lo que yo misma he pensado y repensado en infinitas oportunidades. Este es un mar que en su grandeza me insta a volver sobre mis pasos y revisar lo ya andado. Viene a mi mente entonces un libro del francés Georges Didi-Huberman, Cortezas (2011 [2014]), en el que el historiador del arte describe su recorrido como visitante por el Campo de Concentración Auschwitz-Birkenau. Sin imagi- narlo, el autor encuentra la inspiración para su futura obra en la muda presencia del abedul, especie arbórea que se alza como quieto testigo de los horrores del campo de exterminio nazi. La costra del abedul, su caparazón en relieve, dura y escarpada, le permite componer, con la dulzura amarga del recuerdo enquista- do en sus pliegues, la memoria que emerge del dolor más profundo. Todo esto en lo que Didi-Huberman reconoce como un espacio/lugar de memoria que se avizora progresivamente como un paraje yermo, inerte, ajado. En ese páramo de muerte, el abedul se levanta estoico. Me quedo en el abedul y cito: Los abedules son los árboles t picos de las tierras pobres, desoladas o de silicio. Se los denomina “plantas pioneras” porque habitualmente constituyen la prime- ra formación arbórea mediante la que un bosque comienza a ganar terreno sobre la landa salvaje. […] A la sombra de los abedules de Birkenau […] tuvo lugar el estruendo de miles de dramas que testimonian solo algunos manuscritos borra-

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