Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

Miradas francesas sobre los cazadores recolectores del estrecho de Magallanes – 291 informantes, como en lo que se refiere a la movilidad de estos últimos y a su co- nocimiento del territorio. En efecto, es comprensible que su gu a indio no haya querido mostrarle esta ruta, que representa más de 300 km de navegación desde el canal Jerónimo, y atraviesa toda la longitud de los mares de Otway y Skyring (que sólo fueron descubiertos en el siglo XIX por Fitz-Roy), antes de terminar cerca del Cabo Victoria, en la desembocadura occidental del estrecho, y por lo tanto en el Océano Pac fico. Del mismo modo, La Guilbaudière anota en su diario y localiza geográfi- camente en el mapa diferentes nombres étnicos que reflejan variaciones entre grupos. As , los que frecuentan la costa este de la Pen nsula de Brunswick son llamados “Lacquediches”; los del Canal Magdalena “Testeguiches”, los del Canal de Bárbara “Guy”; los del R o Batchelor, “Cachidic”, los de la costa norte del Estrecho entre su desembocadura y el Canal Jerónimo, “Hoquediches”; mientras que los “Cadequediches” parecen corresponder a los grupos del Mar de Otway, más tarde llamados “Huemuls” por Fitz-Roy. Para Aguilera y Tonko (2011) la ter- minación “-ches” o -kčes se refiere a “habitante de”, ellos documentan el nombre Kelǽlkčes para los habitantes de la zona adyacente al actual Puerto Natales, cuyo territorio se denomina Kelǽl. También describe el modo de vida de los indios, su vestimenta, herramien- tas, técnicas de pesca, la duración de sus estad as en un lugar, la composición so- ciológica de sus campamentos, la distribución de las tareas asignadas a cada uno, la duración de la vida de sus canoas y la estación en la que fueron elaboradas, etc. Andan desnudos, salvo 5 a 6 pieles de nutria de 2 pies cuadrados más o menos que cosen juntos, con las que se cubren sólo los hombros, a causa del fr o y no de su desnudez; tanto hombres como mujeres la dejan descubierta al estar entre ellos, pero cuando ven a extraños, como nosotros, por ejemplo, cuando nos divisaban desembarcar, se pon an una correa de cuero que se amarraban en la cintura por encima de esa pequeña manta, de manera que se cubr an; pero, estando entre ellos, no se inquietan si están desnudos y, tan pronto como lo conocen un poco a uno, ya no tienen más miramientos que cuando están entre ellos. Hombres y mujeres se sacan sus mantas y se calientan al fuego y bailan desnudos con uno. No tienen morada fija, sino pequeñas canoas que son propiamente hablando barquitos. Se puede decir que son su morada principal, ya que pasan en ellas todo el d a, están hechas de cortezas de árboles cosidas juntas, todas del mismo modelo, y hacen nuevas todos los años cuando los árboles están en plena lozan a y a veces no duran el año sin gastarse, a causa de que ellos pasan continuamente

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