Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes
Introducción – xxv Curioso como La Historia universal y con mayúscula, va descubriendo El Mundo, dibujando su plano –o aplanándolo–, y en ese mismo gesto no deja de ocultar, de cubrir o de sepultar un reguero de otros mundos. El paso de Magalla- nes por el estrecho marcar a un hito fundacional en la mitolog a histórico-pol - tica europea pues en cierta forma representar a el paso de ese famoso “ nomos de la tierra” premoderno, al nuevo nomos que según C. Schmitt habr an permitido los “grandes descubrimientos” del siglo XVI. Se tratar a del paso de una lógica de apropiación y re/partición de la tierra circunscrito por la extensión inexplo- rada de los mares a aquel basado en la concepción de la Tierra como un globo cabalmente apropiable y por lo tanto repartible. En este nuevo marco, se habr a instalado una oposición entre la estabilidad normativa de los ordenamientos terrestres y la libertad del mar como el nuevo espacio abierto al juego de esas guerras y pillajes que siempre han murmurado bajo la paz y el orden proclamado por leyes y tratados. Y si el mar se ofrece como el campo abierto al libre juego de conquistas y pirateos es, según Schmitt, porque no registra la huella o la estela ( Spur ) de los barcos que lo surcan: “el mar no posee un carácter en el sentido original de la palabra, que procede de la palabra griega chárassein : grabar, rasgar, imprimir” 1 . De esta forma se entiende que el proyecto europeo colonial se basara en esta imagen del plano ininscribible, y lo hiciera dos veces: primero suponien- do la incaracterizabilidad marina y luego proyectándola sobre los continentes conquistados mediante la doctrina de la terra nullius , la que hace tabula rasa de los registros, nomos, l neas y posesiones anteriores al desembarco europeo. Pero contra este aplanamiento de la vida en los canales fueguinos emerge un universo de prácticas y técnicas de navegación (Aguilera, Prieto y Gibbons) as como un ordenamiento del mundo construido desde la perspectiva de naciones canoeras que, como la kawésqar, dibujan un territorio visto desde el mar hacia la playa (Oscar Aguilera), territorio que a su vez encarna una historicidad propia al estar construido en base a un particular régimen de registro de identidades, dife- rencias y acontecimientos (O. Aguilera). De ah la urgencia de esa “desclasifica- ción de los procesos históricos”, no sólo en el sentido de desenterrar lo sepultado como en el de cuestionar las máquinas de clasificación con que los dispositivos cient ficos y estatales han ordenado las multiplicidades lingü sticas (Malevestit- ti) y culturales (Oyarzún yMayorga) del espacio magallánico según sus estrechos criterio clasificatorios, criterios basados en el mandato del monolingüismo y el identitarismo propio de los estados naciones modernos. 1 Schmitt, Carl (2003). El nomos de la Tierra en el Derecho de Gentes del Ius Publicum Europaeum, Buenos Aires: Ed. Struhart & Cía, p. 22.
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