Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

Cantos de venganza, bailes de menarquía y cámaras masculinas – 233 especialmente la doctrina jineologî –“ciencia de mujeres”, que practica un sector de la organización (jineologi.org) – nos advierte que la revuelta contra las logias masculinas (en forma iglesias, mezquitas, academias o cualquier camarader a que propague la jerarqu a sexual) continúa. Al respecto, la metodolog a de rastreos lingü sticos que aplicamos en nues- tra pesquisa sintoniza con los Koneltun Mapuzugu Mew, internados de inmer- sión lingü stica o “semilleros de la militancia lingü stica” (Naqill Gómez, 2019). Mientras la academia y el chamán modelan un sujeto y una jerarqu a en el acceso al conocimiento, los koneltun funcionan en colectivo (como la perfor- mance curandera). Mientras los chamanes crean un conocimiento cifrado, los koneltun promueven el uso común de la lengua. El chamán y sus teor as, en fin, contruyen contraseñas y misterios que nuestros rastreos cuestionan: “La gente dice que las lenguas ind genas son profundas, yo pienso que no, que las lenguas son no más” (Naqill Gómez, 2019) En cualquiera de sus corrientes, la subjetividad chamánica no refleja un co- nocimiento colectivo, sino el deseo del antropólogo: Am mismo me opusieron insalvables dificultades cuando me esforcé por conse- guir algunas muestras de pelo. Incluso aquellos hombres ampliamente europei- zados, como Toin y Hotex, se negaron rotundamente a facilitarme un mechón de pelo, y ni los intentos de convencerlos, ni los regalos los hicieron cambiar de idea. Abiertamente me dec an: “Tú eres un xon. ¡Tú nos puedes causar daño si un pelo nuestro cae en tus manos!”. (Gusinde, [1931] 1990, T. 1, V. 2: 688). Concluimos que en los últimos 500 años, la autonom a personal de las mu- jeres retrocede junto con la autonom a territorial de las naciones fuegopatagóni- cas. Este retroceso lo asociamos a la instalación de cercos o c rculos de jerarqu a masculina. El acceso de las mujeres al arte colectivo de pinturas, cantos y bailes queda cercado tanto por el cortaviento menárquico (wekun ruka) como por las cámaras masculinas hain, kina y La Mayor a. En la instalación de este cerco asiste el aparataje escénico de misioneros cris- tianos y antropólogos (bastidores, laminitas, altares portátiles, linternas mágicas, la cámara anglo-yagana de fierro, cámaras fotográficas). Si incluimos además las técnicas arqueológicas como asistentes de estas escenas, vemos que se trata de una historia en desarrollo -no pasada, ni ancestral ni aborigen. El cerco a la autonom a femenina sucede mientras, fuera de la escena, se repi- ten las matanzas de mujeres responsabilizadas por, o vengadas tras calamidades. Se trata de un contexto de invasión territorial, guerra internacional y tráfico de

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