Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes
226 – magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes Entonces, la machi mayor agarró una rana grande –posiblemente era un sapo también– y mostró cómo hay que pasar la panza blanca por la cara del hombre diciendo palabras para tenerlo enamorado siempre. Otros quer an aprender a hacer llover. Un sapo vivo y otro muerto pon an, panza arriba, sobre el suelo, y dec an la palabra, y en seguida, pues, ca a la lluvia. Lo principal siempre era la palabra. En otra pieza se enseñaba a los veterinarios. (Kurüwinka, circa 1956: 226-228). En esta fábula reaparece la comedia de horror de la cámara masculina. En primer lugar, el temor masculino al poder amoroso de la machi. En seguida, la performance curandera colectiva es sustituida en la fábula por una experiencia subjetiva, de auto-sometimiento a obstáculos que se franquean mediante pala- bras santas o contraseñas. Por último, tal como en las tradiciones secretas que manejan las cámaras masculinas (hain y kina), en la fábula del Renüpülli las doc- toras detentan un poder cifrado: la lengua de la brujas . Estamos de retorno en la cámara masculina, entendida como una interiori- dad cifrada. En el ánimo supersticioso que deja cualquier sucesión de guerras y desgracias (Didi-Huberman, 2011), se entiende que algunas cuevas y aleros con arte rupestre aparezcan referidos en leyendas como habitados “por seres miste- riosos, grandes esp ritus” (Koessler-Ilg, 2006: 255). Menos comprobable, sin em- bargo, resulta la asociación entre arte rupestre y curander a. En esta asociación no sólo influyen los misioneros sino también algunos militares y cient ficos, como el perito Moreno, que bautiza una cueva con arte rupestre, cerca de Natales, como la cueva del gualichu o diablo, “morada de hom- bres más perfectos moralmente que el Tehuelche” (Moreno, 1879: 350). Cierta arqueolog a ha pretendido respaldar cient ficamente la asociación entre arte rupestre y hechicer a (Boschin, 2009). La suposición de reuniones de curanderos parece funcionar como un envoltorio mágico de los datos arqueoló- gicos del arte rupestre. Lo mismo ocurre con hain , la cámara masculina aush/ona, a la cual se le ha creado una arqueolog a (Mansur, Piqué i Huerta et al., 2012). En este caso, se confunde el nombre de la cámara donde sesiona la logia masculina con el nom- bre de los festivales de iniciación 14 . Advertimos aqu la búsqueda de un cono, cueva, casa o envoltorio del pue- blo, como, por ejemplo, la “choza selk’nam” (Menard, 2017: 45). Se trata de un 14 Esta confusión llega a un clímax en la invocación de una supuesta “violencia sagrada” (Taussig, 1993: 85) para las escenas de la cámara masculina. Cuesta aceptar esta interpretación y, en gene- ral, cualquier idealización sagrada de las logias o sociedades secretas (Caillois & Bataille, 1938).
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