Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes
Cantos de venganza, bailes de menarquía y cámaras masculinas – 209 Los salesianos experimentan con linternas mágicas en la misión de isla Dawson. En 1876, se realiza en la estación anglo-yagana de Keppel, Falkland occiden- tal, una “una danza india” o baile de la venganza yagán. Después de tomar el té en la misión que funciona desde hace 20 años en Keppel, se realiza un baile asociado a la “venganza de un asesinato” . Algunos de los participantes bailan en c rculo, tratan de tomar de los pelos de la cabeza a los que están alrededor, los arrastran al c rculo y bailan alrededor de ellos. La performance exitosa consiste en salir del c rculo. (Whaits, 1875: 12-13). En la misma misión, una década antes, en el marco de los talleres lingü sticos de Keppel, tiene lugar una simulación de curander a, en una cabina ad hoc, don- de el yagán Ookoko actúa de “Yecamoosh”, mientras el lingüista Hucheistauwa / Thomas Bridges actúa de paciente. Ookoko se ata “un pañuelo en la cabeza”, lo que le da “un look salvaje”. Durante su performance aparenta “succionar el mal fuera de mi, tal como hacen los patagones” (Hucheistauwa, 1866: 75-76). La confusión entre doctores fueguinos y patagónicos nos interesa menos que el entretenimiento inquietante, distintivo de la actividad curandera. Se trata de un talento performativo común a mujeres y hombres: Si alguien cae enfermo, Jakamusch va a visitarlo, entra despacio, con la cabeza cubierta de ceniza o de arena, adornada de plumas de aves acuáticas y la cara y el cuerpo pintado de varios colores. Llegado á la presencia del enfermo y después de preguntarle la clase de enfermedad, le dan unas convulsiones extrañas, los ojos se abren mucho, las narices se hinchan y un sonido horrible y estudiado (de-hi-taka; de-hi-taka; de-hi-taka) sale de la boca semi-abierta del Galeno [mé- dico y filósofo griego]; pero de repente las convulsiones y el canto cesan: la boca se abre y Jakamusch vomita en medio del wigam puntas de flechas, pedazos de lanza, etc., porque los fueguinos creen que la causa de sus males proviene de las armas introducidas en el cuerpo por los esp ritus malignos. […] Sorprende su habilidad para esconder objetos en la boca. Habiendo ido un d a Umaigin á vender pescados al misionero Sr. Bridges, le robó, en un descuido, un cuchillo que estaba sobre la mesa. Al instante apercibióse el misionero y le preguntó de la desaparición del arma: pero él negaba diciendo que no la hab a robado. En fin, habiéndolo acusado en público, la misma noche, estando todos reunidos, o mos gritos desaforados, llantos y blasfemias cerca de la puerta. Sal con el Sr. Bridges y vimos á Umaigin con unas convulsiones extrañas. Apenas vio al señor Bridges abrió la boca y vomitó á sus pies el cuchillo desaparecido exclamando: Yo no lo hab a robado, sino que lo hab a tragado, ¿sois vos capaz de hacer lo mismo?
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