Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes

Tierra del Fuego: más allá del imaginario – 109 duda se organizan con nobles intenciones, pero que cobrar an un mayor rigor y más fuerza si se sustentaran en el conocimiento a partir de los protagonistas de su historia. Es as que observamos con desazón que un esp ritu paternalista sigue primando desde la institucionalidad y la academia hacia las culturas que se quiere “homenajear”. No basta la sola interpretación de una costumbre o ritualidad, ya que las personas ind genas tienen hoy la preparación para hablar por s mismas, y esto hace que en los hechos sigan siendo discriminadas y tratadas indirectamente con un poco sutil paternalismo. Y es que cuando la interpretación de lo nuestro por alguien que no es ind gena asume una forma vicaria y se posiciona como referen- te, ese alguien se muestra como interlocutor de quienes esperan y tienen todo el derecho de expresar y enseñar su cultura, tal y como se les ha traspasado por herencia y tradición. Esta es una situación que no ha cambiado y que seguirá latente mientras no exista una valoración de lo que es el sentir desde el interior de una cultura. La interpretación y clasificación, ya no en manos ajenas, sino además inconsultas, podr an verse como sobrepasando los l mites de un leg timo derecho al respeto. Volvamos atrás, la discriminación heredada de generación en generación, junto con la llegada de las primeras embarcaciones que cruzaron el Estrecho, se propaga hasta el d a de hoy por diferentes v as. Es as que grandes personajes que la historia oficial mantiene de referentes, como Charles Darwin, cimentaron la idea de que los fueguinos eran seres inferiores, sin alma, casi animales… A partir de esto podemos entender que muchas personas se apoyaron en esta teor a para hacer la vista gorda de todos los abusos que ocurrieron en pos de un progreso que era para todos, menos para quienes habitaban por miles de años en el territorio. Tomar una mujer Selk’nam, Aonikenk, Yagán o Kawésqar para la entre- tención y satisfacción de los hombres rudos que llegaron a poblar estas lejanas tierras, y preparar el camino para los colonos que llegar an a habitarla, era una feroz e inhumana acción contra seres humanos, pero sin embargo no era un pro- blema y no se consideraba una falta de escrúpulos. Tomar mujeres, niñas y niños selk’nam para satisfacer la carencia de personal de servicio en las casas de los co- lonos no era problema; era según percibimos hoy en d a, aprobado por la iglesia y la sociedad y era algo brutal que no obstante no ten a mayor trascendencia; era como ofrecer/adquirir una cosa o una mascota de la cual se pod a tener dominio y propiedad. Por lo menos es la impresión que tenemos como descendientes del pueblo Selk’nam. Nuestras historias son as , poco elegantes, sin filtros. Sin mi- ramientos podemos decir con la cara limpia y de frente, que nuestros abuelos o bisabuelos y bisabuelas fueron usados, comercializados, tratados como animales,

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