Magallanes 1520-2020: historias, pueblos, imágenes
Relatos desde las aguas – 91 Lagerlöff, o a León Tolstoi. Gabriela hab a llegado a fines de mayo de 1918 a la ciudad de Punta Arenas para hacerse cargo del Liceo de Niñas, situado en la calle O’Higgins 850, el edificio era de propiedad deWalter Curtze. All viv a Gabriela, la que escrib a de noche, y la que durante el d a trabajaba arduamente. Su amiga, Laura Rodig, escribió que durante las noches, Gabriela era: el ser que más alto velaba sobre esta ciudad. Era tal la exaltación que le provocaba el viento, la nieve cuando extend a su blancura alucinante, la llama de los leños en la chimenea, que el sueño sólo pod a vencerla muy tarde. Se quedaba prepa- rando sus clases o escribiendo sus poemas. (Scarpa, Tomo I, 1977, p.121). En Magallanes, a Gabriela se le quebró el alma, “la naturaleza grandiosa y dramática puso y le dio a Gabriela su acento más grave y profundo” (Scarpa, Tomo I, 1977, p. 99; Teitelboim, 2003, p. 92). Magallanes le dio: lo que no ten a aún: la absoluta conciencia, la seguridad de s misma. Hasta en- tonces hab a logrado maravillas precoces, por intuición; ahora sabe lo que quie- re, conoce su alma, ha sentido en las horas de introspección espiritual, palpitar su sensibilidad como se ve desde la playa la inmensa palpitación del mar. (Scarpa, Tomo I, 1977, pp. 98-99; Teitelboim, 2003, pp. 94-95). Laura Rodig, “con y sin consentimiento de Gabriela”, sol a leer sus textos literarios. En más de una ocasión uno de sus hábitos fue “recomponer, pegar, reconstruir páginas rotas y arrojadas a la basura” por Gabriela. Aquel hábito de armar rompecabezas no lo pudo realizar cuando en una ocasión Gabriela “lanzó poemas de Desolación al Estrecho de Magallanes […] Aquel hundimiento de la poes a en el Estrecho, como si fuera una escuadra, ten a la majestad de una metá- fora” (Teitelboim, 2003, pp. 92-93) La bruma espesa, eterna, para que olvide dóndeme ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: tiene su noche larga que cual madre me esconde. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, miro morir intensos ocasos dolorosos.
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