El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

98 El tejido de la memoria El día 18 de septiembre, a eso de las 4 de la tarde, nos saca- ron del camarín y nos llevaron a la tribuna Andes a tomar aire. Era la primera vez, desde el 12, que salíamos a la luz del sol. El jefe de la patrulla era un cabo de la Escuela de Ingenieros Militares al que conocí cuando hice mi servicio militar. Le hablé y solo lamentó que yo estuviera detenido. Varios días después nos trasladaron a la galería norte, donde había espacio para caminar, hablar con mucha más gente y salir li- bremente a las graderías a tomar sol. Cuando salimos al aire vimos que en todos los sectores del Estadio había gente detenida como no- sotros y que en la tribuna Pacífico estaba el centro de operaciones de los militares. Un día empezaron a llamar personas por su nombre com- pleto y les indicaban que debían bajar a la pista de cenizas, caminar y formar una hilera frente a la tribuna. Desde allí, nos enviaban a distintos lugares. A mí, dos veces a retirar paquetes con ropa que enviaron mis padres, dos veces a interrogatorios y una vez para irme a la casa. La primera vez que me llamaron, a media mañana, fui a una oficina que daba hacia el exterior, donde la Cruz Roja tenía una bo- dega. Desde allí podíamos ver las rejas y gente al otro lado de la calle. Mientras esperaba que encontraran mi encomienda llegó a mi lado Luis Corvalán hijo, hermano de mi compañera Lily, y nos saluda- mos. Él estudiaba Agronomía y nos habíamos conocido en la Escue- la de Ingeniería. Estábamos en el mismo sector del Estadio. Un día lo llamaronde nuevo y pasó muchas horas fuera. Durante la noche vino una patrulla con uniformes de la fuerza aérea trayendo un bulto que dejaron tirado donde pernoctaba Luis. La segunda vez, me hicieron subir a la tribuna y sentarme a esperar para ser interrogado. Detrás de los asientos había un espacio amplio con escritorios en torno a los cuales operaban oficiales del ejército muy jóvenes, todos ellos con uniformes nuevos. A mi lado