El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
89 50 años del golpe de Estado en Chile aluciné pensando en que tal vez había venido sólo para verme, aun- que como es obvio no podía estar segura. Cómo saberlo. Hicimos después una fiesta para celebrar a esa que era nues- tra primera actuación más en serio. Fue divertido. Estaban tocando algo de Los Beatles o los Rolling Stone, temas que se bailaban suelto, pero él me apretó contra sí por la cintura y con esa misma voz de las asambleas me susurró al oído algo como un tango. Eso fue con lo que consiguió enamorarme. En realidad yo ya me sentía enamorada. Días después cuando atravesábamos el parque y empezó a correr un viento algo frío, él como todo un caballero se sacó su cha- queta para abrigarme, pero al despedirnos no me la pidió de vuelta. Esa noche me quise acostar con esa chaqueta suya. Tenía su olor. Me hizo sentir que dormía con su dueño, el de la voz profunda. Al día siguiente me la puse para ir a la facultad, fui también con ella por toda esa semana. Mis amigas se morían de envidia. Cuando volvimos a vernos me llenó de piropos y frases divertidas, como que con su chaqueta me veía estupenda, la más guapa de to- das, y cosas como esas así graciosas, tonterías que a una la hacen feliz, aunque lo mejor fue que no me dejó devolvérsela. Creí por eso que tal vez deseaba regalármela, o si no regalármela, dejarme al menos que la usara cuando yo quisiera, así que como me quedaba algo grande la ajusté para acomodarla a mis medidas. Aproveché de lavarla porque le encontré varias manchas de salpicado de pintura que por suerte salieron. Además, como estaba demasiada azul y algo tiesa, le pasé lija suave para deshilacharla y despintarla un poco. Pasaron un par de semanas en que no se apareció y reconoz- co que sentí pena, pero entonces, cuando ya no lo esperaba llegó a invitarme a que el próximo fin de semana lo pasáramos en Llolleo en una casa que le habían prestado uno de sus parientes. Por supues- to acepté, y ese viernes partí a encontrarlo, me vestí con una falda cortita y lógicamente con la chaqueta que a él ya no le serviría. Iba contenta aunque empecé a ponerme nerviosa. ¿Y si había sido sólo un préstamo, y si en realidad él no había pensado en regalármela?
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