El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

78 El tejido de la memoria Pelícano, porque era el único hotel que tenía hora de llegada en la noche. Habían dejado órdenes expresas de que NO nos dieran aperi- tivo en ninguna de las comidas. El Topo eligió el lugar del almuerzo de llegada. El Café Colonia. Fue un evento orgiástico. Quedamos todos rojos, a punto del derrame. El vino bueno corrió a conciencia. En los cafés, el Topo se puso de pie aún con el vaso en la mano. –Ahora jóvenes, al museo de Anatomía–, dijo agitando las entradas al Bim Bam Bum. –¡Todas las minas para este pechito!– rugió el Pinzón Illanes, golpeándose el tórax, excitadísimo. Hubo una tempestad de aplausos. El Topo fue canonizado como nuestro mejor profesor de todos los tiempos. –Jóvenes, terminaremos el día donde La Charito, una picada personal. El que hociconée, la pierde para siempre conmigo, ¿oye- ron? Nos postramos a sus pies, jurándole silencio eterno, besán- dole los zapatos de gamuza. –Ah, y quiero que me hagan un informe en detalle de algún lugar histórico-cultural de Santiago, hay que llegar al colegio con algo– añadió el Topo. Se lo prometimos también. Podríamos haber prometido cualquier cosa esa tarde. En esa época se corría que las mujeres de Santiago te trans- mitían la gonorrea si uno se acercaba mucho. Y que la sífilis salía de tanto hacerse la paja. El encargado de comprar los condones había sido el primo militar del Caviedes. Don Nelson, el farmacéutico, se llenó de ad- miración al oír la cantidad solicitada. Fue a la trastienda y llamó a su mujer. –Míralo. Es ese. Al que apenas le colorea la barba– susurró. –¿Cuántos dice que quiere?

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=