El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

77 50 años del golpe de Estado en Chile Ahí íbamos todos en el tren, excitados hasta el delirio, aso- mados a las ventanas, aullando. Todos los cueros de Santiago nos esperaban. El expreso de Concepción no avanzaba nada. Aporreábamos el carro sacando los brazos por la ventana, compañero maquinis- ta, métale chala, queremos llegar, los potos capitalinos nos esperan. Íbamos en vilo, imaginándonos cómo serían. Había potistas y tetis- tas. Algunos entraban en ebullición al ver un buen culo moviéndose. Otros eran los chupadores. Tetas como peras, como duraznos. Juntas o separadas. Chiquitas o expandidas. Con pezón grande o salido, como botón. Habría para todos los gustos. Todos como tetera, apiña- dos en el vagón. Las respiraciones sonaban. –Ya pues, no sean huevones, hagan hueco, quiero estar en esta paja que sea– decía Vincens, el ciego del curso, manoteando y sentándose en medio del grupo apiñado que cuchicheaba en los asientos. Luego sacó el programa –escrito en sus hojas braille–, y comenzó a leer con esa voz de FM que siempre tuvo. –Nuestra primera parada –anunció–, será en el Museo de Historia Natural de la capital… –Métanle una toalla en la boca, qué lata– gritaron algunos riendo y una tempestad de chirlos le llegó a Vincens. –Para que les enseñen ahí a ponerse los condones, imbéciles– gritó este–, porque apuesto a que hay algunos que no saben, ¿o no? Las carcajadas cesaron bruscamente. Los condones. Nadie sabía ponérselos. –Yo les enseño, idiotas–. Vincens nos miró sonriendo desde el fondo de sus ojos sin pupila. Ahí entendimos el “cuídate, lindo” que nos habían susurra- do nuestras madres en la Estación, con los labios fruncidos y que- riendo decir exactamente esto. Estaba todo el plan planeado hasta la saciedad. De la Estación iríamos al Hotel Continental, elegido con pinzas por la mamá del

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