El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
68 El tejido de la memoria dijo que me sentara con él. Me invitó a hacer un brindis y casi como en un susurro, me dijo que sabía de mi “escondite”. La verdad, en ese momento, se me salía el corazón, me golpeaba tanto en el pecho que creí que el Chuky lo escucharía. Lo único que pensé fue: hasta aquí llegué. Creo que dejé de respirar. Me volvió el aliento cuando el Chuky me confesó que no le gustaba ir a la Casa Fucsia, prefería algo más discreto… –Qué alivio, compadre. –Entonces, haciéndome el compinche, le dije que me avisara antes de venir y que le tendría a alguien porque ahora estaba ocupada. De ahí en adelante tuve que arreglar otra pieza y pedirle el favor a alguna de las chiquillas de la Casa Fucsia, para que viniera a prestar sus “servicios”. Como ves, Adelita, tuve que hacer de cabrón. –¿Y entonces, qué hacían acá en realidad? –Mira esa caja. Bueno, teníamos unas cajas parecidas a esa. Las arreglábamos por dentro, para hacerlas lo más firmes posible. Y allí embalábamos a los que tenían salir arrancando, les poníamos agua y unos hoyos disimulados. Como Ramón estaba encargado de toda la logística del regimiento, se llevaba estas cajas a pueblos cercanos, con lo más importante: los sellos respectivos y nombres de destinatarios de confianza, desde donde viajaban a la Argentina o a Uruguay. –Mi Ramón… –Entonces, le llegó la hora de escapar. Varias veces estuvimos a punto de ser descubiertos. –¡Pero por qué no me dijo! ¡Por qué no me llevó! –Porque tuvo que salir de un momento para otro, y no quería ponerlos en riesgo a ustedes. Todo se fue a la cresta, debido a una pésima idea. –¿Cuál? –Confesarse con el cura Luigi. –Pero cómo… me vai a decir que ese cura desgraciao…
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