El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

64 El tejido de la memoria caderas al compás de las miradas del pueblo. Adelita se quedó en el bar, chapoteando en su pantano de alcohol, que ahora más que nunca le servía para hundirse. El mal tiempo pasó y al fin, como siempre, todos se acostumbraron. El hijo de Adelita se fue al internado, con la ayuda de Willy y el cura Luigi que le consiguió una beca en un internado de Santiago. Adelita, ante tantas ausencias, sufrió una especie de colapso y todo el día hablaba con Ramón, le servía comida y lo invitaba al bar. Dulce, su hija, la cuidó un tiempo, hasta que también se fue a buscar fortuna. –Sargento Ramón Martínez, la patria lo requiere. –¡A su orden, mi teniente Schuster! –La honorable Junta de Gobierno ha tomado las riendas de este país y usted ha sido elegido para cumplir una delicada misión, que le agradecerán las futuras generaciones. –Sí, mi teniente. –He averiguado que aparte de tener una impecable trayectoria, es usted un destacado miembro de esta comunidad. –¡Gracias, mi teniente! –Sargento, la patria necesita acabar con el cáncer marxista ¡que pulula y socava los cimientos de nuestra nación! Y usted será mi mejor aliado. –¡Sí, mi teniente! ¿Qué debo hacer? –Sargento Martínez, quiero una lista de nombres, antes del viernes. ¡Necesito saber quiénes son los sediciosos! –¡Sí, mi teniente! Mi teniente, me permite una pregunta. –Sí, Martínez. –¿Y cómo lo hacemos? –En la procesión de Viernes Santo, haremos la redada. Ese día, gracias a usted, ya tendremos la lista de subversivos, con el favor de dios. –¡Sí, mi teniente! ¡Permiso para retirarme!

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