El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
55 50 años del golpe de Estado en Chile Camino a la facultad noté que ese martes las calles estaban ligeramente más despejadas de lo usual. Pude estacionar mi citroneta en Avenida Blanco Encalada sin los problemas usuales. El juego de pelota en la cancha transcurría como en cualquier día. Había reuniones de algunos dirigentes locales y se nos pidió que estuviéramos atentos a quiénes estaban dentro del recinto de la facultad. Un par fuimos a hablar con el decano para comunicarle que estábamos iniciando una toma. Lo único que recuerdo de esa reunión fue que nos dijo, "no hagan tal, conozco a los militares y les puede ir muy mal". Luego nos repartimos los edificios para que nos hiciéramos responsables de que estuvieran bien cerrados hacia la calle y de quién estaba en qué lugar. Esa era la teoría. Ni en nuestras peores pesadillas habíamos imaginado que vendría lo que sucedió en las horas y días siguientes. Había algunas personas que tenían radio portátil y, en lugar de hacer trabajo alguno de vigilancia, todos tratábamos de escuchar lo que estaba ocurriendo. Se hicieron los primeros anuncios de que La Moneda iba a ser bombardeada si no era desalojada. En ese momento no resultaba claro si esas eran meras palabras o amenazas de verdad. También se anunció que a partir del mediodía habría “toque de queda”, es decir, prohibición absoluta de circular por las calles. Más tarde la hora de “toque” se movió a las 3 p.m. Desde lo más alto de Física mirábamos hacia el regimiento Tacna. Sabíamos que estaba herméticamente cerrado y nadie había salido de ahí desde al menos las 9 de la mañana. De vez en cuando se sentían disparos que nos dieron la impresión de venir de su interior. ¿Qué sucedió ahí? Aún no lo sé. Algo semejante parece que ocurría con el regimiento blindado que estaba entre Blanco y la Alameda. Bastante más tarde, sin embargo, comenzaron a salir patrullas armadas, tanques por Blanco hacia el poniente y muchos camiones llenos de soldados, también hacia el poniente. Bajé y moví mi citroneta a la calle Carrera ya que un par de meses antes, en un
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