El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

41 50 años del golpe de Estado en Chile estas damiselas se aficionaron rápidamente a los chocolates y a las galletas Tritón. La soldadesca, desde Espinoza hasta el último cons- cripto fumaron gratis durante dos meses y se aprovisionaron de todos los elementos de aseo, ropa, etc. enviados a los presos. Conversando tiempo después con mi familia me preguntaron si había recibido los paquetes. Me habían enviado muchos paquetes y yo solo había reci- bido uno, casi vacío. Se nos sometió al más sucio y cobarde despojo. Los domingos, un individuo que se hacía llamar “el padre Juan” y que se presentaba vestido de sacerdote, decía misa con un marcado acento extranjero, desde la tribuna presidencial ayudado por un micrófono. En su primer sermón agradeció al cielo la obra bienhechora de los militares al dejar limpio el país del marxismo. Nos anunció que rogaba por nuestra salvación, y con una desfacha- tez de alto coturno, nos pidió que oráramos por la bienaventuranza de nuestros gobernantes. Pero los micrófonos del Estadio no los ocupaba solamente aquel individuo, también los miembros de las fuerzas armadas y su- jetos de civil hacían llamados al “círculo negro” o “punto negro”, como lo denominaban. Era una señalización para las competencias atléticas. Consistía en un fierro incrustado en un pedestal de con- creto que culminaba en un círculo de metal pintado de negro. Estaba ubicado frente al foso de arena del salto largo. Por ese lugar pasaron muchos que después fueron a dar directamente al hospital de cam- paña, si quedaban vivos, o al río Mapocho o a la fosa común. El Cardenal Raúl Silva Henríquez ocupó también los micrófonos para dar una palabra de aliento a los miles de presos que ahí estábamos. Una vez también, un gringo ya mayor preguntó si alguno de noso- tros conocía a su hijo que se encontraba en el Estadio, dio sus señas particulares y su nombre, que no recuerdo. Ahora pienso que pudo haber sido uno de aquellos dos yanquis del Cuerpo de Paz que es- tuvieron en el camarín 5 surponiente y que nunca más volví a ver.

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