El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

36 El tejido de la memoria cabeceando o, sencillamente, “tomando caldo de cabeza”, expresión que creo, nació en el Estadio y que después se popularizó. Significa pensar malos augurios, pesimismo absoluto, camino sin salida. Ese día, hasta que se inició el toque de queda (se cortaba la luz en todos los camarines a las 22 horas), no probamos alimento alguno, salvo el agua que bebíamos ávidamente. Recién al otro día, a las 17 horas, nos dieron nuestra primera comida: una taza de poro- tos. Una enorme marmita de campaña se estacionó en el túnel fren- te a nuestro camarín y nos dieron a “cargo” un tarro de aluminio, y una frazada de dudosa limpieza. A continuación, en larga fila fuimos extendiendo el tarro para recibir la cucharada de porotos. Al cabo de una semana de encierro, todos los presos de los camarines de ese lado del Estadio, fuimos obligados a salir al túnel. Nos ubicaron en una inmensa fila contra la muralla y un individuo encapuchado fue mirándonos a la cara uno a uno e indicando de vez en cuando a algún compañero, el que debía salir aparte. Seis fuimos seleccionados por el encapuchado. Nos sacaron hasta la pista de ce- nizas y ahí permanecimos apuntados por las ametralladoras de dos soldados. No sabíamos la razón de haber sido elegidos por el enca- puchado; no teníamos vínculo entre nosotros; no sabíamos tampoco quién pudiera ser el encapuchado. Era un hombre de civil con una frazada gris como las nuestras en la cabeza, y a la que le habían abierto dos hoyos. Vigilados en forma exagerada, lo que no dejaba de ser un ho- nor, dimos una semi vuelta olímpica por la pista de cenizas y fuimos introducidos en un baño infecto inundado de agua. Ahí ya se encon- traban otros compañeros elegidos por el mismo u otros encapucha- dos. Un momento después trajeron otro grupo y las cadenas fueron puestas en la puerta de fierro. El agua inundaba completamente el recinto. Nadie sabía o se imaginaba qué pudiera haber habido detrás de todo esto. Les preguntamos a los conscriptos que custodiaban la puerta si sabían quién era el tipo de la capucha, pero se negaron te-

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