El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
33 50 años del golpe de Estado en Chile era golpeado salvajemente por una patota de oficiales de ejército. A partir de este día 12 pasé a ser por largos meses prisionero de guerra, preso político y varias otras denominaciones que fueron cambiando con el tiempo. Cuando nos hicieron sentar en las tribunas, el estadio estaba casi lleno de compañeros traídos desde todas las instituciones cercanas a la Estación Central de Ferrocarriles: obreros, estudiantes, profesores, empleados, artistas, profesionales. Todos sentados escul- tóricamente, alumbrados por potentísimos reflectores. Un coronel se dirigió a nosotros por un atronador altoparlante: –Frente a ustedes he colocado tres ametralladoras, las mis- mas que Hitler llamó la sierra humana, y ahora, desgraciados, al pri- mero que se mueva o haga un movimiento que mis hombres consi- deren sospechoso, daré la orden de que no quede ni un huevón vivo. Frente a nosotros estaban ubicadas tres de esas ametrallado- ras con dos servidores cada una. Por el lado de nuestra galería esta- ban las otras tres que apuntaban hacia el frente. Esa noche debimos dormir sentados en esos estrechos asientos, sin abrigo y sin haber recibido alimento alguno, con los reflectores apuntando hacia nues- tras caras. De pronto, en la mitad de la noche, mientras dormíamos agotados por el ejercicio del trote, sentimos un grito: –¡Viva la Unidad Popular, mueran los gorilas fascistas! Y un obrero se lanzó desde la galería, cayendo entre los asientos de tribuna. El ruido de su caída nos espantó el sueño por completo. Se hicieron algunos disparos al techo y el atronador alto- parlante resopló anunciando que se dispararía sin misericordia sobre cualquiera que se moviese. Rápidamente un pelotón se acercó al caí- do, que aún vivía, y un teniente le disparó un tiro en la cabeza. Los que estábamos más cercanos pudimos ver, de reojo, cómo pedazos de cerebro, sangre y cuero cabelludo se adhirieron a los respaldos de los asientos. Luego fue cogido por los pies y arrastrado hasta que desapareció detrás de un muro.
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