El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
275 50 años del golpe de Estado en Chile Estaba fatigado. Eran las primeras alucinaciones de la de- rrota. Los aviones están sobre el edificio y este comienza a incen- diarse rápidamente. No hay nada que hacer. La historia finaliza de esa manera. Una fotografía en blanco y negro con una decena de hombres abandonando el palacio presidencial con las manos arriba, arrestados camino al cadalso. No está el presidente por ninguna par- te. Ojalá salga en el próximo grupo de detenidos. Eso quiere la gente. La gente que huye desesperadamente. Mi entrenador ya no estaba conmigo. –Pronto llegará el medico−, oí decir. Lo hiciste bien mucha- cho. Me preguntaron por mi entrenador, Luis Martillito, ¿dónde estaba? Estaba oculto en la muchedumbre. Me levanté y les indiqué quién era. Ese es, les dije. Lo arrestaron inmediatamente. No volve- ría a verlo nunca más. Inmediatamente imaginé a mi padre entre la multitud y entre los soldados que habían ingresado al gimnasio. Me dijo que él jamás habría hecho algo así: denunciar a un entrenador. Bajé la cabeza. Al levantarla no lo volví a ver. Recorrí con mi mirada todo el lugar. El desorden y la batahola eran terribles. Pensé refu- giarme en el hotel, pero no podía salir. Afuera estaba todo el mundo agolpado viendo cómo los soldados se llevaban a los vencidos. Uno por uno los subían a un camión militar. Martillito estaba entre los perdedores, a pesar de que había hecho todo lo posible para evitar que yo cayese ante el mexicano. Yo me imaginaba en la playa. Caminando por la bahía junto a mi padre. Me llevaba tomado de la mano y veíamos las olas del mar reventando en azul y espumas. Una mancha blanca fue cubrien- do todo el horizonte y no me dejó ver un par de gaviotas que se ele- vaban hacia el cielo, sino un sol quemante que me revienta la cabeza para no volver a ver nada más.
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