El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
273 50 años del golpe de Estado en Chile Mientras tanto los empleados y trabajadores tuvieron que abandonar sus trabajos. El número de soldados era tremendo e iban hacia La Moneda. Lo intenté trabar, subir mi derecha y volver al uppercut. Lo logré. Alcancé su nariz con el revés del guante. El mexicano comenzó a sangrar y apoyó su cara en mi hombro para descansar un poco. Él arbitro lo separó de mi lado. Al terminar el cuarto round sentía mi izquierda pesada. Mi padre nunca quiso que me metiera en líos. Fue a partir del quinto cuando comenzó mi castigo. Ya no po- día mantenerlo alejado de mi cuerpo, las piernas no me respondían y empezaba a sentir verdaderamente los impactos del mexicano sobre mi rostro. Los músculos me temblaban y me sentía muy mal. Después sabría que los tanques rodearon todo el edificio apuntando directamente a la casa del presidente. En el hotel había un televisor marca Motorola que según el hombre calvo de la porte- ría transmitía en directo todo lo que ocurriría en horas de esa maña- na. Un par de horas después regresaría al hotel. Solo. Mi entrenador no me acompañaría. Al sonar por sexta vez la campana sentí que me empujaban al ring. El mexicano me alcanzó con un soberbio directo de derecha y con mis manos y mis rodillas caía al suelo. Los gritos de la mul- titud me hacían creer que estaba en otro sitio. Sacudí la cabeza. Me levanté. El arbitro dejó de contar los segundos. Luego de algunas fintas volví a ser arrinconado por el mexicano y me lanzó un terrible golpe de derecha. Algunos francotiradores se subieron en la terraza de La Moneda y comenzaron a defenderse. Jamás pensaría que sería tes- tigo de algo así. En Curanilahue la vida era una taza de leche y las noticias venidas de Santiago apenas intranquilizaban. Las personas aullaban de tal manera que apenas oí a mi en- trenador cuando me solicitaba el retiro.
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