El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

267 50 años del golpe de Estado en Chile Esas fotografías de prensa corresponden a días después de la pelea en que papá obtuvo el título de Campeón Regional del Maule. También repaso el día de la felonía. Por una parte, los peces gordos traicionaban a un jefe de Estado y por otra yo hacía lo mis- mo. Los golpes que he recibido en mi carrera están bien puestos en mi rostro. Mi padre nunca lo habría hecho. Había sido un buen peleador y en el caserío se le reconocía como hijo ilustre luego de aquella vez en que noqueó a Eloy Rojas, un puertorriqueño con la cara manchada de lunares. En ese tiempo yo era un enano. Recuerdo cómo el gimnasio municipal se llenó de espectadores. Cómo llegó la radio a transmitir en directo el match. Todos los mineros estaban esperanzados en la pelea. Al hacer de local, la mala negra estaría de nuestra parte y toda la gente del pueblo, incluido el poblado de Villa Soberano, agitaría sus palmas en favor de “Mendocita Cuéllar”, como era apodado mi padre. La noche de la pelea mi madre me dejó en casa de mi madri- na. Pensaba que me dormiría temprano, y así hasta el otro día sin tener noticias de papá. Lo cierto es que con mi madrina nos arran- camos al gimnasio y pude ver el vestuario desde el cual saldría Eloy Rojas. Era un toro de espaldas anchas, quizá como nunca las vería en mi vida, parecía pesar más que papá y me dio mucho miedo cuan- do ya en el ringside levantó sus manos para saludar al público que no cesó de pifiarlo hasta que anunciaron a Mendocita Cuéllar. Allí todo cambió. Oí rugir al público que, alborotado, gritaba “¡Mendoza- maulino-campeón!”. Mi padre no era un buen “masajeador” y lo que Rojas hacía con él era pasearlo de una esquina del ring a otra para marearlo y hacerlo perder la paciencia. De pronto se le venía encima y mi padre no se protegía bien con los guantes. Hubo momentos en los cuales cerré los ojos pues veía cómo Eloy Rojas le daba con la izquierda. No supe cómo mi padre dio vuelta la pelea y lo terminó en las cuerdas. Lo último que vi fue cuando el vencido abrió la boca y dejó caer la mandíbula.

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