El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

266 El tejido de la memoria A 50 años del golpe, un relato sincrónico Max Valdés Avilés Puñetito Martínez Verano del 73. Imposible no anhelar aquellas calurosas tar- des en Curanilahue. Son muchas las anécdotas que recuerdo y, a pesar del tiempo, continúan vívidas en mi cabeza atolondrada. Las colinas no estaban muy lejos y podía ver sus cumbres nevadas; en el campo, las majadas pajizas y el camino que llevaba a un valle polvo- riento: hacia el sendero de los pirquineros. Veo a mi padre llevándo- me al mar y engatusándome, hablándome del trabajo de sus abuelos. De cómo decidió hacerse noqueador. De la bondad de Dios al poner los guantes en sus manos. Simultáneamente, las olas encrestadas reventaban de azul en sus orillas. Me sentía orgulloso de estar a su lado, de poder entender sus sueños y no juzgar sus peleas, como lo hacían los diarios regionales. El pago de Chile siempre consistió en lo mismo: ensalzarlo cuando pegaba bien y basurearlo cuando era incapaz de vencer al contrincante. Me gustaba estar a su lado y sentir su macizo cuerpo como malla de protección o las inmensas manos que apretaban las mías dándome seguridad. Ahora sé que nada de eso era tal, sino que la mirada de niño siempre agiganta las cosas. Mi padre era peso mosca, no más de sesenta kilos, y en las fotografías que hoy consulto se le ve menudo y enjuto, como si su alimentación nunca hubiese sido la adecuada.

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