El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
260 El tejido de la memoria La dictadura en los ojos y el sentido de un niño Marcelo Soto Barba Vivía en Coronel, al lado de una familia comunista, en una población del llamado sector rojo de la zona carbonífera. Corría 1964 cuando Allende se postulaba por tercera vez a la presidencia, compitiendo con Eduardo Frei Montalva. Según me contaba mi madre, con poco más de 3 años, to- maba un palo de escoba y daba vueltas en torno al patio de la casa, gritando ¡Allende, Allende! Como no había televisión y mis padres eran más bien conservadores, nadie entendía el porqué de mi incli- nación popular. Pero mis vecinos aplaudían a rabiar y me tomaron cariño. El patriarca de la casa contigua, de familia numerosa, años más tarde se acercó a mi. Ya había ocurrido el golpe, sus hijos mayo- res estaban exiliados y él, incluso, había recibido un balazo en una nalga, en los primeros días posterior al golpe, cuando los milicos se sentían todopoderosos, sin importarles tener la misma condición social que la víctima herida, aprovechando un irracional poder para violar sistemáticamente los DD.HH. Nunca logre entender cómo los pelaos rasos se involucraron en crímenes de lesa humanidad contra sus propias familias o cercanos sin defender un gobierno que, según la historia conocida gota a gota, benefició a los más desposeídos. Mi vecino recibió el balazo solo porque trato de defender a una persona que los milicos golpeaban; al involucrarse no intuyo que
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